Con altares monumentales de hasta siete niveles y un costo promedio de 80 000 pesos (unos USD 4 000), habitantes del municipio de Huaquechula, en el estado de Puebla (centro de México), honraron este 2 de noviembre de 2022, en el Día de Muertos, a sus familiares fallecidos en el último año.
A Huaquechula, cerca del municipio de Atlixco, cada año llegan miles de turistas de México y el extranjero para maravillarse con las ofrendas que sorprenden por sus dimensiones y a las que son invitados a comer por los habitantes.
Los altares, donde se colocan las ofrendas, tienen alturas de entre 3 y 5 metros, además de estructuras piramidales, que están forradas o decoradas con tela blanca y brillante, con pliegues que dan forma a toda la construcción.
Los niveles son amplios y en ellos se coloca fruta, pan elaborado en el municipio, comidas y bebidas que le gustaba al difunto, además de imágenes de niños o ángeles que custodian el altar, un espejo, agua, sal, flores y veladoras.
Lo que destaca de la tradición de Huaquechula es que las ofrendas se dedican a quienes murieron en los 11 meses previos a la festividad, por eso en esta ocasión se instalaron 31 altares.
Personajes legendarios
La Santa Muerte acompañada de la Siguanaba, el Cipitío, el gritón de medianoche y otras personas de la mitología de El Salvador homenajearon a los difuntos en un tradicional festival que se realiza al noreste de la capital y donde el ayote (calabaza) es el deleite culinario.
Se trata del Festival de la Calabiuza, que se celebraba el 1 de noviembre en la localidad salvadoreña de Tonacatepeque, ubicada al noreste, a unos 30 kilómetros de la capital, el cual reúne a cientos de personas del municipio y de sus alrededores.
La celebración fue suspendida en el 2020 por la covid-19 y el año pasado se realizó todavía con restricciones sanitarias por la pandemia, que se ha cobrado la vida de 4 230 salvadoreños.
Al caer la noche, la Santa Muerte y los personajes mitológicos se pasean en carretas -adornadas con calaveras, huesos, gruesas cadenas y velas- por las principales calles de la localidad al son de un muy particular cántico, el cual va acompañado de gritos y bailes.
“Ángeles somos, del cielo venimos y pedimos ayote para nuestro camino”, gritaban los participantes del festejo, sobre todo adolescentes y jóvenes.
Francisco Méndez, un profesor del Instituto Nacional de Tonacatepeque, explicó a EFE que con el festival se busca “dar viva a esos personajes mitológicos de la cultura salvadoreña”.
Fiesta en el cielo
Unos 20 000 turistas guatemaltecos y extranjeros visitaron el martes Sumpango, en el este de Guatemala, para observar un espectáculo de cometas gigantes, el cual lleva más de un siglo de tradición en cada Día de Muertos.
“La tradición de los barriletes (cometas) ahuyenta los malos espíritus; eso nos explicaron nuestros antepasados”, contó a EFE este martes Yesenia Alquijay, de 30 años, quien desde los 6 visita el cementerio de Sumpango, un poblado maya ubicado 50 kilómetros al oeste de la capital guatemalteca.
Alquijay, al igual que decenas de familias locales, inician el Día de Muertos, durante la madrugada, decorando las tumbas de sus seres queridos con flores de cempasúchil y pino.
Dicha rutina sirve de antesala al Festival de Barriletes Gigantes en Sumpango, una tradición en Guatemala que está cumpliendo 123 años este 2022.
Retorno de la celebración
Entre tanto, una cantidad incesante de personas provenientes de todas partes de Perú se abrió paso este martes, Día de Todos los Santos, por la colorida y caótica necrópolis de la Virgen de Lourdes, considerado por muchos el segundo cementerio más grande del mundo por detrás de Wadi Al-Salam (Irak).
Después de dos años cerrado en esta jornada por la pandemia, el cementerio popularmente conocido como Nueva Esperanza recibió las visitas de familiares y amigos de los más de un millón de difuntos que descansan en sus alrededor de 60 hectáreas.
El humilde camposanto está ubicado en el municipio limeño de Villa María del Triunfo.
Celebración vudú
Cientos de haitianos se reunieron el martes en el primer día de la fiesta del Guédé, una celebración de la religión vudú dedicada a los muertos, pese a la crisis sin precedentes en todos los ámbitos que vive el país y el aumento exponencial de la inseguridad.
Uno de los escenarios de esta fiesta es el Gran Cementerio de Puerto Príncipe, una verdadera ciudad dentro de otra ciudad, con divisiones sociales de clase, animales, prostitución, iglesias…
Estos días del Guédé (el espíritu de la muerte) se escuchan oraciones de todo tipo, peticiones y deseos dirigidos a los difuntos, mientras las mujeres se lavan las partes íntimas con ron macerado en guindilla.
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