Una buena noticia está por venir. La próxima semana el Gobierno anunciará una baja sustantiva del analfabetismo puro en el Ecuador. Proyecciones elaboradas por la Unesco señalarían que cerca de un 3% de ecuatorianos y ecuatorianas, unos 300 000 quedan por alfabetizar. El avance es importante teniendo en cuenta que en 2001 teníamos una tasa del 9% de analfabetos.
Esta es una buena nueva por varias razones. La reducción del analfabetismo significa incluir en la vida nacional y abrir oportunidades de mejora a segmentos poblacionales históricamente excluidos y marginados. La probable reducción de 6 puntos en el porcentaje de analfabetos en casi ocho años habla de la construcción sin aspavientos de una política de Estado que cruzó varios gobiernos.
El combate al analfabetismo en esta década fue impulsada con decisión por los gobiernos locales, alcaldías y prefecturas, algo por las ONG e Iglesia, y posteriormente, desde 2007 con fuerza por el gobierno central Las políticas de universalización, particularmente del primero de básica, inspiradas por la sociedad civil, apoyadas por la cooperación, la empresa privada, el gremio y luego ejecutadas por el Ministerio de Educación son aportes muy significativos para la reducción del número de analfabetos.
En definitiva, las políticas públicas son exitosas siempre y cuando se mantengan en el tiempo y sean apoyadas por varios y diversos actores: ciudadanía, empresa, Iglesia, docentes, padres de familia, gobiernos locales y Gobierno central. Tal esfuerzo colectivo habla de un pacto social por la educación y señala un tema clave: la corresponsabilidad. Ojo con este aprendizaje de cara a la elaboración de la nueva ley de educación.
El informe -proyección de la Unesco- es cauto y aporta elementos interesantes. La información sobre reducción del analfabetismo es de fuentes no duras, por lo que datos definitivos habría que esperarlos del Censo de 2011. No existe una evaluación sobre la calidad de los procesos de alfabetización por lo que debemos esperar resultados de estudios independientes que indaguen sobre los impactos efectivos en los aprendizajes de los alfabetizados, en su calidad de vida, en su trabajo. Los programas de alfabetización han tenido un singular impacto en el campo, pero queda un importante porcentaje de analfabetos en las ciudades, un 20% particularmente en Guayaquil, Quito y Cuenca.
Más allá del analfabetismo está oculto otro gravísimo problema: el rezago que significa la no terminación de los estudios de primaria, básica o bachillerato de unos 7 millones de personas. Problema que se traduce en la mala formación y eventualmente en el analfabetismo funcional de más del 50% de los ecuatorianos.
Hay que alegrarse de los avances, pero con madurez reconocer que queda mucho por hacer.