La Ley de Comunicación propuesta por un asambleísta afín al Gobierno agita el avispero en la medida que en varios pasajes podría apelar a la subjetividad, como si el hecho comunicativo fuese sujeto a valoraciones que se debaten entre el bien y el mal.
Para muestra, un ejemplo: según el artículo 9, “los comunicadores sociales deben difundir información que sea socialmente responsable, veraz, contrastada, oportuna, contextualizada y plural”.
Hasta ahí, suena casi a un ideal; sin embargo, no hay claridad sobre qué y cómo entiende el asambleísta lo “veraz” y, sobre todo, la “información oportuna”.
El criterio de información “oportuna” puede ser objeto de maniqueísmos, manipulaciones y abusos, ya que los casos de corrupción que se denuncian por parte de los medios de comunicación son siempre oportunos para corregir prácticas repudiables ante la sociedad.
Sin embargo, no pudieran ser oportunos para los gobiernos de turno cuando se golpee, por ejemplo, la imagen de un funcionario de alto perfil que incurrió en acciones desafortunadas, ya que pudiera afectar su capital político.
Debe entenderse que la elaboración de leyes tiene que estar fuera de las coyunturas políticas y que solamente deben servir para construir un Estado Social de Derecho.
En las facultades de Comunicación de las universidades analizamos en varias ocasiones las propuestas de varios comunicólogos y, entre ellos, la de Teun van Dijk, quien en su reflexión acerca de la noticia como un discurso elaborado por los medios destaca valores periodísticos como la novedad, la actualidad, la proximidad y la consonancia.
Por ese motivo llama la atención que ahora se hable de “información oportuna” como si esta debiese pasar por el filtro de alguna coyuntura, algún tufillo ideológico, simpatías o antipatías. Es necesario que exista claridad sobre los alcances, objetivos y límites de la Ley.
Una propuesta de este orden debe ser debatida hasta la saciedad y no con la premura que conduce a discursos rápidos e inconsistentes. Que no se diga, por cierto, que desde el análisis y la reflexión se pretende deslegitimar la Ley buscando la más mínima observación.
Más bien es urgente que se entienda que una ley de este tipo debe cuidar el más mínimo detalle, las libertades, los deberes, los derechos, y, sobre todo, el manejo de las palabras y las ideas, ya que estas son los principales insumos de los políticos, los medios, los periodistas y la comunicación…
Es imperativo que toda la sociedad comente una ley que demanda más debate y diálogo social y no simples intercambios de ideas entre “iluminados” que repiten un coro y desconocen la posibilidad de otras alternativas, iniciativas y puntos de vista.
Columnista invitado