Jesús Fichamba, con su traje indígena, sus alpargatas y su voz, colocó al Ecuador en el mapa internacional de la canción. En 1985, en Sevilla, España, subió a la cúspide de su carrera musical, al ganar el segundo lugar en el concurso musical de la Organización de Televisión Iberoamericana (OTI), que se llevó a cabo en el teatro Lope de Vega. Representó al Ecuador con el tema La Pinta, La Niña y la Santa María, de la autoría del compositor nacional Luis Padilla.
El éxito en España le abrió, posteriormente, las puertas a programas reconocidos en el continente y fuera de él, como Siempre en Domingo, dirigido por el recordado presentador Raúl Velasco; Sábado Gigante, con el chileno Don Francisco, Noches Viejas de Madrid…
Su éxito en el festival de la OTI, que en esos años era una vitrina para los artistas de países de Iberoamérica fue imitado en Lisboa, dos años más tarde por Gustavo Velázquez, con el tema Mi amigo el cóndor. El cantante indígena volvió a participar en el festival de la OTI, que se realizó en Valencia, España, en 1992. Con el tema Una canción para dos mundos, también de la autoría de Luis Padilla, pero no tuvo fortuna. En la actualidad reside en España.
Entrevista a José Bolívar Castillo. Ex legislador y ex Alcalde de Loja
Sin una opinión pública libre no habrá democracia
Redacción Loja
¿Es necesaria para el país una ley de Comunicación?
Se necesita una norma que garantice la libertad de todos para participar activamente en el proceso de comunicación colectiva. Este no puede convertirse en monopolio de un grupo transitorio de Gobierno ni de un grupo económico o financiero.
¿Para qué servirá esta ley?
Cuando veo las broncas alrededor de la ‘ley mordaza’ parecería que gozamos de un paraíso de libertad de comunicación y que pretende ser arrebatado. Eso no es así. Se requiere una ley que elimine las mordazas y el sicariato verbal que se practica contra quienes son disfuncionales de cualquier grupo de poder.
¿Esta ley pone en riesgo la libertad de expresión?
Lo que está en juego, y eso no se está enfrentando con objetividad, es la posibilidad de crear en el país condiciones efectivas para que exista un verdadero respeto a esas libertades.
¿Por qué está aquí?
Su experiencia. Doctor en Sociología, graduado en Berlín. Fue fundador de la Democracia Cristiana; diputado provincial en 1984 y 2004. Fue Alcalde de Loja durante tres períodos. Actualmente es asesor en la Asamblea Nacional y líder del movimiento político Acción Regional por la Equidad.
¿Qué aspectos no le gusta de este proyecto de ley?
El problema es que confundimos sistemáticamente Estado con Gobierno. La función de control no se estructuró bien en Montecristi. Se infiltraron cálculos electoreros coyunturales.
¿Qué aspectos deben mejorarse de la propuesta?
Hay que eliminar del procedimiento penal todas esas triquiñuelas que vuelven casi imposible sancionar el sicariato verbal. Hay un sistema de impunidad y eso no garantiza ninguna libertad, sino el abuso y el crimen contra el honor de las personas.
¿Para eso están las figuras de rectificación y réplica?
Estas deben ser de aplicación expedita y simple ante una autoridad de cercanía. Es indispensable prohibir la difusión de anónimos. De manera especial, las llamadas populares.
¿Cómo abordar la temática regional desde la óptica de la nueva ley?
Los medios nacionales deben destinar diariamente espacios exclusivos, no menores al 10%, de sus programas informativos y de opinión para cada una de las siete regiones determinadas por el decreto de enero de 2008.
¿Con qué objeto?
Descentralizar la información; que vaya del centro hacia la periferia y en sentido contrario.
¿La concesión de frecuencias debe ser incluida en el debate de la ley?
La concesión de frecuencias públicas, nacionales o seccionales, ni las frecuencias privadas o comunitarias, no pueden ser dadas a perpetuidad.
¿Según su criterio, a quién hay que controlar: a los medios, a los periodistas o a quienes detentan el poder?
Se necesita garantizar la libertad de expresión y comunicación colectiva. No hay que confundir libertad de comunicación o libertad de prensa con la libertad del dueño del pautaje o del medio para relevar sus intereses. El Estado debe garantizar que en la sociedad no se entronice el abuso ni la exclusión.
En Loja, usted llevó ante la justicia a un periodista por injurias. ¿Eso no hubiera ocurrido de haber existido la ley de Comunicación?
Con el actual proyecto de ley de Comunicación habría sido difícil sancionar el sicariato verbal. El proceso contra el agresor, que había sido utilizado por conocidos empresarios de la política local, duró año y medio, pero la justicia sincronizó los tiempos.
Para usted, el poder es vacío sin participación ciudadana. ¿Cree que la nueva ley promoverá aquello?
La harina con la que se hace el pan de la política se llama opinión pública y esta se forja con la comunicación. Si esta no es auténticamente libre simplemente no hay democracia sino marketing politiquero.
¿Está de acuerdo con el Consejo de Comunicación?
La regulación debe producirse en el ámbito de un consejo o un cuerpo colegiado pero no así el control y la sanción. El autocontrol es lo ético, pero cuando esto no funciona y hay excesos se requiere el control social a través de la estructura jurídica del Estado.
¿Cómo debería integrarse ese Consejo para beneficio de todos?
Debería ser parte de la Función de Control del Estado y dedicado a establecer regulaciones y supervisión. La autoridad de control debe estar bajo la supervisión del Consejo y ser desconcentrada en las siete regiones y dos metropolitanas.
¿Cómo mira Ud. los recientes acuerdos en la Asamblea para aprobar esta ley?
Presiento que a los implicados en este embrollo no les interesa la libertad de comunicación y sacarán por ahí algo que no sea ni chicha ni limonada para que todo siga igual que antes. Esto del borra y va de nuevo, que se larguen todos o la famosa refundación de la República nos tiene tres años sin saber a qué atenernos. Quisiéramos estar todos los días en el primer día de la creación y nos enfrascamos en discusiones apocalípticas, como que se acerca una tempestad pero al final descubrimos que ni siquiera garúa.