Integrantes del GIR hacen demostraciones en escuelas y colegios sobre las consecuencias del uso de pirotécnicos. Foto: David Landeta / EL COMERCIO
Las indagaciones sobre el tráfico de material pirotécnico arrojan más datos sobre cómo se mueve este mercado ilegal, especialmente en fin de año.
Los agentes detectaron un incremento de esta actividad, sobre todo en sectores rurales de Pichincha, Guayas, Los Ríos, Bolívar y Chimborazo. Igual ocurre en zonas periféricas de Quito y Guayaquil.
Por datos como estos, el Ejercito desplegó a su personal para que supervise talleres que operan en Chimbo, cantón de Bolívar. La intención fue determinar si tienen o no los permisos de funcionamiento.
En la frontera ocurrió igual. La Policía decomisó diferentes tipos de juegos pirotécnicos, que eran movilizados a través de poblaciones de Sucumbíos.
De hecho, la pólvora que es utilizada para la fabricación artesanal de fuegos artificiales y petardos ingresa clandestinamente de Colombia y Perú.
El material entra camuflado en camiones que transportan ropa o comida. Una vez que llega a Ecuador, se distribuye en fábricas caseras, que funcionan incluso en patios de casas particulares. En una vivienda de Chimbo, los soldados encontraron 300 tacos armados para voladores, 40 kilos de pólvora negra, 294 mechas, 53 iniciadores con pólvora, 10 libras de carbón molido y cierta cantidad de polvo de aluminio.
Según las investigaciones, un fabricante clandestino paga hasta USD 1 000 por cada quintal de pólvora. Los agentes saben que familias enteras se dedican a esta actividad, y en muchos casos de ha determinado que se apoyan en exmilitares que tienen la experiencia para el uso de estos químicos.
El Código Penal (art. 395) sanciona con hasta 30 días de prisión a quien elabore o comercialice material pirotécnico sin autorizaciones.
Los archivos de Inteligencia señalan que la fabricación para Navidad y fin de año comienza tres meses antes. La distribución en los pequeños centros de comercio se inicia a finales de noviembre. Durante las fiestas aumentan las requisas.
El lunes pasado la Comisaría Manuela Sáenz, que se encarga del control en el Centro de Quito, ejecutó un operativo en El Panecillo. Ahí se descubrieron 47 sonajeros, 438 diablillos, 22 rosas chinas y 150 explosivos denominados ‘papas’.
El miércoles último, la Policía se incautó de 35 853 camaretas y 50 000 volcanes en Guayaquil. Hubo siete detenidos.
“Con los controles se espera evitar accidentes, especialmente en estos días”, dice Édgar Punín, jefe de Control de Armas y Explosivos de FF.AA. para Carchi e Imbabura.
Las autoridades señalan que por la frontera no solamente circulan insumos para la fabricación, sino también cohetes y petardos listos para usarse.
El miércoles de la semana pasada confiscaron 15 849 unidades que ingresaron ilegalmente al país, presuntamente desde Colombia. Otro cargamento se decomisó en El Oro. Se investiga si el trayecto del material se inició en Perú.
“La pólvora es inestable y peligrosa”, señala el teniente Gabriel Bautista, jefe de Explosivos del Grupo de Intervención y Rescate.
Entre sus registros constan 10 heridos en el 2018 y 172 en el 2017 a escala nacional.
El Servicio Nacional de Gestión de Riesgos y Emergencias, en cambio, señala que entre enero del 2018 y el 12 de diciembre último resultaron heridas 38 personas en el país. La razón: manipulación inadecuada del material explosivo.
En los informes del Servicio se indica que tres casas, una unidad educativa y una bodega también resultaron afectadas en el mismo período.
El martes de esta semana también se incendió una casa que almacenaba material pirotécnico. Ocurrió en Loja.
Los policías piden tomar todas las precauciones. Para exponer su poder destructivo, el GIR realizó una demostración. En una caseta, cubierta con plástico verde, simularon un puesto de venta. El calor hizo que los petardos se activaran.
Los estallidos duraron cinco minutos. La pequeña casa quedó con huecos en el techo.
En otro ejercicio, colocaron una camareta dentro de un pollo pelado. Tras la explosión, pedazos de carne volaron hasta 25 metros. Los agentes dicen que las secuelas serían similares si la carga se activase en una mano cerrada.