María Belén Mena es maestra de la cátedra de Farmacología de la U. Central. Su esposo Fabián y sus gemelas María Paz y María Sol son una inspiración. Foto: Vicente Costales/ EL COMERCIO
Desde la adolescencia, la médica María Belén Mena ha tenido una agenda apretada. Fue presidenta del consejo estudiantil, siguió teatro y participó en grupos juveniles y misiones. Su tiempo estaba copado. Hoy, a sus 39 años, su ritmo de vida sigue igual.
‘La doc’, como cariñosamente le llaman sus alumnos de la Facultad de Medicina de la Central, se graduó en esa universidad, en donde hoy labora. Su título aparece en el archivo de la Secretaría de Educación Superior (Senescyt), con fecha 24 de octubre del 2007, hace 14 años.
En esa época enfrentó experiencias difíciles. En sus años de prácticas hospitalarias palpó la pobreza de los pacientes y la falta de acceso a medicamentos. En el Hospital Enrique Garcés, donde desarrolló el internado, ella y sus compañeros con frecuencia compraban sueros y otros fármacos para los internos.
Lo mismo vivió en Pimampiro, localidad de Imbabura, en donde hizo la rural. Allí apenas tenían dos tipos de fármacos: metronizadol y eritromicina (contra infecciones). “Nunca supe por qué los compraban”.
La agenda de Mena incluye clases, foros, investigaciones sobre fármacos y últimamente el análisis de los efectos adversos de las vacunas contra covid-19.
Ha identificado cuatro casos en el país: una mielitis transversa, alteración de la sangre, dificultad en el sistema nervioso y problemas cardiovasculares (un aparente infarto). Los afectados le han compartido información, uno de ellos estuvo hospitalizado durante 15 días.
Ese es un tema que le apasiona. Está analizando los casos sola. No entiende por qué no se registran de forma abierta, para formar redes de investigación. “No son denuncias, son reportes sobre inmunización”.
Desde que inició su carrera ha sentido ese interés por seguir el ‘rastro’ de los medicamentos. Su tesis para obtener la maestría en Salud Pública se basó en esa interrogante: ¿por qué se compra un producto farmacológico? Y descubrió que en el país no queda claro el criterio de selección, según el perfil de las enfermedades.
Los resultados fueron novedosos y llamaron tanto la atención que en el 2012 fue invitada a la Comisión Nacional de Medicamentos (Conasa).
Cada jueves, en la mañana, la galena acudía a las citas; no le pagaban, pero aprendió mucho sobre farmacología. Presidió hasta 2020 la Comisión Nacional de Medicamentos e Insumos (Conamei), en la cual se discute las fórmulas que ingresan o no al Cuadro Nacional de Medicamentos Básicos, cuya última actualización fue en agosto del 2019.
Ella evaluó los comités de farmacoterapia del país y se encargó del llamado ‘Correo de medicinas’, que consistía en escribir datos relevantes sobre farmacología.
Pero uno de los aportes más significativos, dicen médicos consultados, se relaciona con la judicialización de fórmulas para personas con enfermedades catastróficas o raras.
En uno de sus escritos titulado ‘Demandas por acceso a medicamentos: problema de salud pública’ da cuenta de las inconsistencias de los jueces al realizar sus dictámenes.
La Corte Constitucional escuchó los resultados de su investigación como “amicus curiae” de la causa N° 679-18-JP/20 relacionada, sobre todo, con el derecho a medicamentos de calidad, seguros y eficaces.
En el 2014, la quiteña, quien además está registrando su PhD en Ciencias por la Universidad Sao Paulo, de Brasil, logró otro de sus sueños: ganar el concurso para docente de la U. Central. Su mayor interés es empujar a los jóvenes. Su meta: “impulsar centros de investigación regional de salud”.
Estefany Pilamunga, de 26 años, fue su estudiante en el ciclo 2020-2021. El nivel de exigencia fue muy grande.
“Siempre nos empujaba para que seamos mejores”. Ayudó a 25 compañeros que no pudieron rendir la prueba final de farmacología, por problemas de conexión. En los primeros días de clases telemáticas les dijo que no discriminaría por la calidad de su Internet.
“Ella mismo pasó el reporte al departamento de Bienestar Estudiantil para que se gestione nuevamente el examen”.
Su colega, la docente y pediatra Sandra Luzuriaga, de 52 años, señala que el trabajo de la doctora Mena ha sido impecable. Se conocen desde hace siete años y en ese tiempo ha visto a una gran profesional, comprometida con sus alumnos. “Crea un ambiente de empatía”.
Con la médica Doménica Cevallos, de 29, en cambio, se conocieron en uno de los foros en los que participa Mena (dos por semanas) y han realizado proyectos de investigación sobre salud pública en Ecuador.
“Es mi mentora; me ha ayudado en mi carrera. Es una mujer ética, frontal y correcta”, opina.
La ‘doc’ combina su vida profesional con el cuidado de sus gemelas: María Paz y María Sol, de tres años. Ellas cambiaron la perspectiva de su vida, le enseñaron a separar las actividades.
A diario se levanta temprano para convivir con ellas y su esposo Fabián, de 39 años, de nacionalidad colombiana. Adoptó un ‘hobby’: confecciona ropa infantil.
Al pie del escritorio, en donde se acomoda para sus clases y participar de sus conferencias virtuales, se observa una maleta con una máquina de coser de color blanco, con telas, hilos y dos camisetas pequeñas.
Mena señala que esas prendas son para sus niñas, ya que quiere disfrutar su maternidad. Heredó la habilidad de su madre, quien tenía una fábrica de elaboración de títeres.