Redacción Sociedad
El 50,4% de 1064 personas encuestadas vive a unos 500 metros de los mecheros, piscinas y pozos de explotación de crudo. Eso hace que este segmento de la población amazónica sufra la exposición más alta a los riesgos que implican estos focos de contaminación.
Esa es una de las conclusiones del Estudio Psicosocial del impacto de las explotaciones petroleras en las comunidades amazónicas de Ecuador, realizado por investigadores de la Universidad de Deusto, Bilbao. Y ayer fue expuesto en el primer día del foro internacional Petróleo, Ética e Investigación en Salud, en la Universidad Andina Simón Bolívar, en Quito.
La U. Andina es la sede
Justicia e integridad ecológica: ética científica, petróleo y salud es la ponencia de Colin Soskolne, de la Universidad de Alberta, Canadá. Es hoy, 09:00.
Este encuentro es organizado por el Área de Salud de la UASB. Exponen ocho expertos nacionales y extranjeros, entre ellos los brasileños Marcelo Firpo y Lia Giraldo, y el estadounidense Douglas Beltman.Durante su ponencia, Carlos Beristain, uno de los autores, indicó también que el 72,7% de dicho universo sufrió algún accidente causado por derrames de piscinas u oleoductos, prospección sísmica o mecheros.
Mientras avanzó en su exposición, el experto reveló más datos, como que el 95% de los entrevistados (colonos y nativos) asegura que hay afectación a la biodiversidad y al agua.
Más del 80% cree que la contaminación petrolera es la causante de la muerte de peces y animales. Incluso el 30% de los encuestados reconoció que consume con frecuencia los peces muertos. “Todo esto se correlaciona tendencialmente con los abortos y las malformaciones con que nacen los niños en la zona. Además de casos de cáncer sustentados en otras investigaciones más específicas”.
Asimismo, se insiste en la necesidad de priorizar el concepto de reparación, más allá de una simple remediación. “Remediar significa recuperar la calidad del suelo, del agua… Pero hay que reparar no solo el daño físico, sino el psicológico y el cultural”.
Beristain reconoce que esta investigación, cuya elaboración tomó alrededor de dos años, fue cuestionada por Texaco, sobre todo por la metodología y, por lo tanto, por los resultados.
A propósito, Jaime Breilh, director del Área de Salud de la UASB, en su conferencia El desafío de la sustentabilidad y la ética de la investigación, defendió la idoneidad de estos estudios.
Argumentó que “para eso se deben evitar sesgos motivados por fuentes de financiamiento o por temor a represiones. Cuando un investigador pone el dedo en la llaga es amenazado. Hasta se lo ve como un estorbo”.