Se trata de una apreciación judicial en virtud de la cual se van sucediendo las responsabilidades por la publicación de una información errónea, falsa o equivocada del periodista, al editor, hasta llegar al Director del medio de comunicación.
En los últimos tiempos, no sorprenden los juicios de los actores públicos, -principalmente políticos- contra el periodismo. Se amparan en los principios constitucionales, internacionales y en debido proceso de las responsabilidades ulteriores. Por tanto, ha correspondido a los jueces juzgar la supuesta conducta delictiva –animus injuriandi- de quienes han publicado informaciones u opiniones falsas, erradas o incompletas.
Por eso no sorprende procesos contra el director de diario La Hora por un editorial, a columnistas como Emilio Palacio y un poco más atrás, la sentencia contra Rodrigo Fierro, por supuestas injurias al ex presidente León Febres Cordero. Últimamente dos periodistas –Calderón y Zurita- autores de ‘El Gran Hermano’ corren la misma suerte por descubrir el lado oscuro y familiar del poder.
Es decir, no hay novedad mientras los marcos jurídicos se respeten, aunque uno puede contrariarse y protestar al cielo por el contenido de las demandas y presiones políticas en las decisiones judiciales.
Sin embargo, demandar a directores de medios -El Universo- ya merece una consideración aparte, pues entramos en un campo esotérico donde se mezclan la osadía procesal y un contenido jurídico donde predomina la megalomanía del actor o del patrocinador. Hay muchos casos en que los directores responden por los periodistas según lo disponen las normas del Código de Procedimiento Penal y las causas son enfrentadas personalmente en el campo de la información. Pero pretender responsabilizar solidariamente por el artículo de opinión de un columnista a los directores es como penalizar a Einstein por Hiroshima.
¿Cómo aparece un columnista? Básicamente por prestigio ético, académico o profesional; incluso por suponer que dispone de una pluma ágil, atractiva y sorprendente y luego, por el acuerdo de la responsabilidad exclusiva sobre el escrito. En este entorno, ¿qué tienen que ver los directores respecto al contenido de un artículo personal firmado en las páginas de opinión, cuando para eso existe un editorial donde reflejan sus pensamientos, su ideología y su exclusiva opinión?
Sin embargo, pretender que haya responsabilidad ajena sobre lo que uno firma con dignidad y asume sus consecuencias denigra la historia del periodismo ecuatoriano. Raúl Andrade, Juan Sin Cielo y muchos otros, junto con sus directores que permitieron sus volcánicas columnas, debieran estar en las cárceles o sus restos en los panteones de proscritos en un país que se jactaba de ser Luz de América por alumbrar la libertad.