Pesan apenas un cuarto de gramo, pero son el cuerpo de Cristo para los cristianos. Y en estos días, esas hostias se producen en grandes cantidades porque se necesita más de medio millón para cubrir la demanda que habrá en las misas campales que presidirá el papa Francisco, en Quito y Guayaquil.
Su elaboración tiene ocupado a un grupo de monjas de claustro de estas dos ciudades. Para la capital, el encargo se hizo a las religiosas del Monasterio del Carmen Alto, en el Centro Histórico, y para el Puerto Principal, a las del Monasterio de Santa Clara, en Daule.
Solo tienen agua y harina, dice la madre Verónica de la Santa Fas, priora del Carmen Alto. Y agrega sentirse emocionada porque le tocó, junto con sus 21 hermanas de la comunidad, hacer 300 000 hostias para la misa en el parque Bicentenario. Se calcula que asistan más de 1 000 000 de personas.
Trabajan en el segundo piso del convento, en una pieza de 6 metros de ancho por 26 de largo. Allí, las hermanas trabajan contrarreloj y antes de que cante el gallo, 04:30, cinco de ellas se turnan para poner en la batidora industrial 16 litros de agua y 16 libras de harina de trigo.
Una vez que la mezcla está lista, a partir de las 08:30, se extiende en una máquina de cocción de hostias que mantiene una temperatura de 170° C. De esta forma, el agua de la mezcla se evapora y permite que las láminas sean secas y crujientes. Después son apiladas y humedecidas con agua, para evitar que se quiebren.
Posteriormente viene lo más difícil: las 21 hermanas revisan manualmente -y con santa paciencia– cada una de las formas para elegir las mejores. Lo hacen las tardes, entre las 17:00 y 18:00, siempre rezando el rosario.
Después se pesan y empacan en fundas que, por lo general, llevan 500 hostias pequeñas; cada paquete cuesta USD 3,50. Según la priora del Carmen Alto, para la misa del Papa van a separar 800 fundas, y las entregarán a finales de junio.
El Monasterio del Carmen Alto es una de las mayores factorías de hostias de Quito. También, aunque en menor proporción, están la de las carmelitas, concepcionistas, catalinas, agustinas, Visitación, Buen Pastor, clarisas… Cerca de 200 000 obleas se necesitan por semana en Quito.
La mayor demanda es para las primeras comuniones (mayo), Cuaresma, Semana Santa y Navidad. Y ahora por el Papa.
A unos 495 km de allí, el calor es sofocante en el cantón Daule, una zona eminentemente arrocera de Guayas. Junto a la carretera principal hacia Santa Lucía, en la ciudadela La Yolita, se aprecia la parte frontal del Monasterio Santa Clara.
En los alrededores se escucha el sonido de los carros que circulan por la vía. El contraste es la paz espiritual y el silencio que se vive en su interior.
En una de las habitaciones del claustro, un grupo de religiosas trabaja en una de las misiones que la Iglesia le ha encargado: la elaboración de hostias para las misas.
Y, con motivo de la visita del Papa a Guayaquil, serán las encargadas de elaborar, por lo menos, 250 000 hostias para la misa en el Parque Samanes.
“El monseñor Iván Minda nos dio el encargo a la comunidad de elaborar 250 000 hostias para la visita del Santo Padre, pero no sabemos si en realidad serán más. Pensamos que tres semanas antes de la visita del papa Francisco empezaremos el trabajo más intenso, para que las hostias queden más frescas”, comenta sor María Susana, la superiora del monasterio.
En el área de 35 metros cuadrados, seis religiosas cumplen en silencio las tareas asignadas para la jornada, que se inicia a las 03:00 y culmina a las 19:00. En los días más próximos a la llegada del Pontífice el horario se extenderá y trabajará un equipo de 10 religiosas.
El ruido mayor lo genera el contacto de la waflera con la masa de harina y agua –sin levadura ni sal- cuyo resultado, apenas un minuto después, es una lámina con 24 hostias grandes (3,5 cm de diámetro) que serán para la consagración.
“Semanalmente entregamos a la Curia Arquidiocesana 120 paquetes de 800 hostias cada uno (96 000 unidades) y cada fin de mes 40 paquetes (32 000) para la provincia de Santa Elena”, acota sor Flora Margarita, vicaria de las clarisas.
El proceso se inicia a las 03:00 con la mezcla, por espacio de una hora, de la harina y el agua en una mezcladora automática.
Este aparato es parte del equipo que recibieron en donación, hace nueve años, de las hermanas clarisas de España. El resto del proceso se hace de manera simultánea: elaboración de hostias en una waflera, humectación, cortado, selección, enfundado, pesaje y sellado.
En noviembre del 2014 el monasterio de vida contemplativa cumplió 25 años en Daule. Cuenta con 21 religiosas que se mantienen en claustro, al igual que las carmelitas de Quito.
“Nosotros nos dedicamos a la oración, al sacrificio por toda la humanidad. Tenemos el don del trabajo, tenemos que trabajar para poder subsistir”, cuenta sor María Susana, una de las ocho fundadoras del lugar.
Para financiarse venden colada morada, panes de pascua y bordan vestiduras litúrgicas.