En una mañana de sábado, 23 de julio, mientras que la gente practica algún deporte en La Carolina, Teresa Ramírez, de 74 años, monta su puesto de verduras y hortalizas. Ella es parte del proyecto de Agricultura Urbana Participativa (Agrupar) y su meta en este día es que sus ‘caseritos’ regresen a sus hogares con productos agroecológicos, tal como lo ha venido haciendo hace ya 12 años.
El movimiento agroecológico gana más adeptos en Quito. Conceptos como la alimentación libre de químicos, la conservación de los ecosistemas, el cuidado de prácticas ancestrales, la justicia social o la reducción de la huella de carbono empiezan a jugar un papel importante al momento de adquirir un producto para el consumo casero.
En Quito, una treintena de ferias que comercializan productos agroecológicos se activan cada semana en búsqueda de satisfacer las necesidades de los compradores. Como en el caso de Teresa, los vendedores son personas que empezaron con una capacitación para aprender a sustituir fertilizantes y pesticidas químicos por opciones más ecoamigables. Así, por ejemplo, productos como la panela, la cebolla paiteña, el ajo o las heces de cuy, preparados de distintas maneras, son la base para eliminar insectos como la mosca blanca o para abonar las tierras de cultivo.
Iniciativas que van madurando
En el 2006 abrió la primera bioferia de Agrupar. Alexandra Rodríguez, responsable del proyecto y parte de la Corporación de Promoción Económica Conquito, cuenta que su propósito era generar un espacio de comercialización para canalizar los excedentes de producción de la agricultura de los huertos urbanos. Ahora son 13 puntos en la capital en los que cada semana más de 60 productores y sus compradores se encuentran cara a cara para adquirir productos libres de pesticidas y sin intermediarios.
Una de las productoras de Agrupar es Elvia Sangucho. Ella tiene sus invernaderos en San Francisco de Miravalle, frente a Guápulo. Si bien sus padres se dedicaban a la agricultura, ella conoció hace 13 años sobre las ventajas de la producción libre de químicos. En cada feria vende unos 70 kilos de tomate riñón y lo hace porque “quiero que mis hijos coman algo sano”.
Roberto Guerrero también es un defensor de los espacios de comercio de productos agroecológicos. Él coordina la red de ferias Madre Tierra, que empezó en el 2017 como una necesidad de proveer de alimentos libres de agroquímicos a personas del sur de Quito.
Actualmente, Madre Tierra cuenta con seis ferias que se realizan en el sur y norte de la ciudad, en barrios como la Mena Dos, La Floresta o La Granja. Son aproximadamente 150 productores de Quito y ciudades cercanas que semanalmente llegan a la capital para ofrecer verduras, frutas, cárnicos o insumo artesanales producidos bajo criterios de agroecología.
A pesar de la demanda creciente de este tipo de productos, la creación de nuevos espacios es un reto. Así lo han vivido los miembros de Runa Sumak Mikuy, quienes todos los sábados instalan su feria en Tumbaco.
Pascual Yépez coordina este espacio que nació hace poco más de un año. Como hijo de agricultores de Chimborazo, él conoce de cerca cómo el producto que sale del campo pasa por varias manos hasta llegar al consumidor. Y en todo ese trayecto, el valor de la papa o la cebolla crece, sin que ese dinero llegue a quien los cultivó.
Frente a esta situación, Pascual y una decena de productores se unieron para dar vida a una feria y tienda de productos agroecológicos ubicada en el Quito rural. Las verduras, hortalizas, gallinas y demás llegan de localidades como Chimborazo, Cotopaxi, Imbabura, Tungurahua y Pichincha. Para los integrantes de Runa Sumak Mikuy, lo importante en su cadena de producción es respetar los ciclos agrícolas y eliminar el uso de pesticidas.
La meta del precio justo
Martha Reinoso es compradora de productos agroecológicos hace ya una década. En su lucha contra el cáncer, ella se volcó hacia una oferta sin pesticidas por recomendación de su médico naturista.
Ella reconoce que cuando se unió a este movimiento, los precios eran muy altos en comparación con lo que podía comprar en un mercado. Pero con el paso de los años y la ampliación de ferias en Quito, ha podido comprobar que los valores ahora son más accesibles para la población en general.
Al igual que Martha, Roberto es consciente de que en la ciudadanía en general se ha instalado la idea de que lo agroecológico es más caro. Esto hizo que entre los miembros de Madre Tierra lleguen a un consenso: cada seis meses, entre los consumidores y lo agricultores llegan a acuerdos para determinar los precios de los productos. De esta manera han logrado fidelizar a sus compradores, sin olvidar que los campesinos deben recibir una paga justa por su labor.