Feligreses acompañaron a la imagen del Señor del Buen Suceso en la Procesión de Martes Santo. Foto: Cristina Márquez / EL COMERCIO.
Hoy, martes 3 de marzo del 2015, una leve llovizna limpió las calles de Riobamba, una ciudad andina del Ecuador, como todos los años en martes Santo. Para los cerca de 10 000 feligreses que participaron en la procesión del Señor del Buen Suceso, esa fue una señal de fe.
En las veredas y balcones, centenares de devotos recibieron con pétalos de flores, cánticos y rosarios, a la imagen del Señor del Buen Suceso, que se venera en Riobamba desde hace 365 años.
El acto religioso se inició a las 14:30 con una misa oficiada en la Iglesia de la Concepción, donde se guarda a la imagen. Luego, se inició el recorrido de las 127 congregaciones religiosas que arribaron a Riobamba desde las parroquias rurales, cantones, de Ibarra, Quito e Incluso desde Colombia y Perú.
“La imagen representa a Jesús mientras recorría el camino del calvario, por eso se ven sus heridas y sus golpes. Es milagrosa”, cuenta Eulalia Ramírez, novicia del Convento de la Concepción, donde se guarda la efigie.
Este año, ella y sus compañeras se esforzaron en la decoración de la plataforma de madera de eucalipto para transportar al Señor del Buen Suceso. Colocaron nardos, margaritas, claveles y rosas blancas.
Las calles céntricas de la urbe estuvieron paralizadas por cinco horas. Personal de la Policía Nacional, del Cuerpo de Bomberos y de la Cruz Roja colaboraron en la atención de emergencias, tránsito y ubicación de niños perdidos.
“Las andas pesan cerca de 250 kilogramos, pero las llevamos con infinito amor. Es como cargar un quintal de arroz, pero las bendiciones son más”, cuenta Raúl Vasco, uno de los devotos que llevó en sus hombros la pesada plataforma. Él cumple con esta tradición desde hace 40 años.
En las calles, la gente que se apostó en las veredas, empujaba a los policías que formaron un cordón humano alrededor de la imagen, para acercarse con flores y fotografías de sus seres queridos para recibir una bendición.
Entre llantos y rezos, Carmita Ramírez pedía un año más de vida. “Viajé desde Latacunga para asistir a la procesión, cada año vengo para agradecerle a mi Señor del Buen Suceso por todo lo que me da”.