Los habitantes de Muisne dejan la isla a causa de las réplicas. Foto: Juan Carlos Pérez / EL COMERCIO
Lucila Quiñónez grita cuando siente los temblores en su casa de dos plantas. Desde el pasado 16 de abril, cuando se registró el terremoto de 7.8 grado en las escala de Richter, tiene la sensación de que todo se mueve a su alrededor.
El sismo del domingo 10 de julio del 2016 hizo que su crisis nerviosa recrudeciera y ese día comenzó a gritar. “Intentó correr de la cocina hasta la puerta principal de la casa para salir a la calles en medio de la oscuridad”, dijo una de las hijas de Quiñónez, que ahora toma calmantes para controlar sus nervios.
En el barrio Unidos Somos Más, donde habita, sur de la ciudad, los moradores cuentan con mochilas, colchones inflables y hasta carpa, para dormir en la cancha, en caso de nuevas réplicas.
Para el sociólogo Nelson Valencia, existe una alteración sicológica en la población que se refleja en su lenguaje y actitudes. “La población está nerviosa y prevenida ante cualquier movimiento, por muy leve que parezca”.
Desde el 10 de julio, entre los esmeraldeños, hay más nerviosismo, luego de las réplicas de 5.9 grados y 6.3 grados, según el informe actualizado del Instituto Geofísico de la Escuela Politécnica Nacional. Y pese a que desde este martes 12 de julio del 2016 se retomaron las actividades escolares, muchas madres llevaron a sus hijos con desconfianza a los planteles educativos.
Maribel Arroyo, una madre de familia, habló por cinco minutos con su hijo de 8 años antes de que ingresara a clases, en la unidad educativa, Luis Prado Viteri, en el norte de la ciudad.
Le dijo que en caso de temblor no perdiera la calma y evacuara el lugar sin desesperarse, de su aula al patio, que está frente al grado.
“Admito que desde que sentimos los movimientos sísmicos tengo los nervios alterados y no quiero transmitir más temor a mi hijo con la angustia que me provoca dejarlo, pensado que puede ocurrir lo peor”.
Para el psicólogo educativo, Segundo Góngora, en la ciudad de Esmeraldas se repite el mismo patrón que en Muisne, los niños y madres de familias tienen miedo, que se desprende de todos estos eventos naturales; por eso se trabaja en actividades de distracción en el patio, para relajar a los niños en las escuelas.
En Esmeraldas los sismos se han convertido en tema de conversación en todo lugar. En las tienda del barrio, supermercados, encuentros deportivos y reuniones sociales.
Por eso la mejor forma de prevenir accidentes por desconocimientos de las recomendaciones es que se continúen dando las recomendaciones sobre qué hacer en caso de sismos y simulacros en los planteles educativos, explica Góngora.
El alcalde de Esmeraldas, Lenin Lara, dijo que desde el Municipio de Esmeraldas, en coordinación con la Secretaría de Gestión de Riesgos, se trabaja en un simulacro de evacuación para los habitantes de los barrios ribereños, que viven tensionados con los temblores y las alertas de tsunami.
Por ejemplo, a Lorena Segura, habitante del sector 5 de Junio, junto a la ribera del río Esmeraldas, le ha tocado evacuar en cinco oportunidades por temor a un tsunami después de los fuertes temblores. “Los que vivimos en las orillas y cerca al mar no nos queda otra alternativa que salir para precautelar la vida”.