Los 12 socios de la microempresa San Juan trabajan en la vía Riobamba-Guaranda. Foto: Cristina Marquez / EL COMERCIO
En ciertos casos, hasta una familia entera cuida que las principales vías del país no tengan escombros, maleza ni piedras.
Ellos conforman uno de los equipos que da mantenimiento vial en Manabí. La mayoría vive en las zonas rurales, trabaja de lunes a domingo o durante tareas de emergencia.
Son 2 226 hombres y mujeres, agrupados en 227 asociaciones, que tienen a su cuidado 5 995 kilómetros de vías. En los últimos 16 meses firmaron 455 contratos, por USD 18,6 millones con el Ministerio de Transporte y Obras Públicas (MTOP). La generación de empleo, a través de las microempresas, es el fin de esta modalidad, sostiene la entidad.
Uno de estos grupos trabaja en el sector de Marianza, en la parroquia cuencana de Sayausí. Sus más recientes labores las cumplieron en el kilómetro 9 de la vía Cuenca-Molleturo-Naranjal.
Marcelo Chacón de 31 años, Javier Jarama de 33, Jeremías Solís de 20 y Rubén Guamán de 41 llevaban cascos, chalecos y botas. Ellos y otras cinco personas conforman la Asociación Sayausí, que funciona desde hace 12 años.
Carlos Gutama, Jorge San Martín y Juan Solís laboran en la vía Cuenca-Molleturo. Foto: Xavier Caivinagua / EL COMERCIO
Hasta finales de este año tienen el contrato para dar mantenimiento en los primeros 15 kilómetros de esta vía, entre Azuay y Guayas. “Este trabajo es el principal sustento de nuestras familias”, indica Jarama, representante de la microempresa.
Al mes reciben cerca de USD 456 cada uno, tienen transporte y aportan al Seguro Social. Su sueldo sirve para alimentación, ropa y comida para sus familias, que en promedio tienen cuatro integrantes.
La microempresa Sayausí limpia alcantarillas, señalética y derrumbes. También poda árboles y corta la vegetación. Ellos laboran durante ocho horas diarias. “Si hay emergencias trabajamos hasta solucionar el problema”, dice Jarama.
En Pedernales se formó una asociación hace tres meses, que agrupa a 10 agricultores del recinto Estero Seco, en la vía Santo Domingo–Pedernales. Ellos trabajan desde el km 60 al km 88. La alimentación de los trabajadores la preparan mujeres de Estero Seco y la envían en motos hasta la vía.
José Cedeño, líder de esta agrupación, afirma que al menos siete integrantes son de la familia Moreira. Hasta hace tres meses, los jóvenes de entre 20 y 35 años buscaban trabajo en las fincas de la zona. Pero -dice- eran solo trabajos esporádicos y les pagaban USD 10 o 15 diarios, como máximo.
David Moreira señala que había días en los que no podían llevar comida a su casa. Por eso aceptó ser parte de la asociación, en la que gana mensualmente USD 497. “Estamos asegurados y pudimos obtener una cuenta bancaria”.
Las provincias de la Amazonía son las que más contratos han conseguido para estos trabajos (ver gráfico). Les siguen Loja, Esmeraldas y Pichincha.
En esta última provincia laboran los integrantes de la Asociación Manos Unidas de Andoas. Su secretaria ejecutiva, Celeste Lucero (50 años), cuenta que el grupo se formó hace un año. Actualmente laboran en el mantenimiento de la vía entre Tababela y Checa.
La mayoría de jornaleros (seis hombres y cuatro mujeres) vive en Pedro Vicente Maldonado, hacia donde se transportan a diario, aunque sus herramientas las dejan encargadas en las casas cercanas a las vías donde hacen sus labores. “Con estos trabajos nos han dado una oportunidad a personas de escasos recursos”.
La Asociación de Conservación Vial Patrón San Juan es una de las 32 microempresas que operan en Chimborazo. Sus 12 integrantes tienen expedito un tramo de 21 km de la vía Riobamba–Guaranda, entre la parroquia San Juan y el sector El Arenal. “Limpiamos los derrumbes, las rocas que de vez en cuando se deslizan de los taludes, podamos las plantas”, cuenta Humberto Pilco, presidente de la agrupación.
Pero su lista de tareas es más extensa. Ellos también construyen muros de contención, desfogues para cunetas o cubren baches en el concreto.
La organización se integró en el 2002, pero funcionó cuatro años después, con su primer contrato. “Hemos tenido años muy buenos, con contratos por 12 meses seguidos, pero luego el sistema de contratación cambió y ahora dependemos de la suerte”, dice Pilco.
María Bucay, de 37 años, es la única mujer del grupo. Ella se integró a la Asociación en el 2016 y su trabajo le permite sostener a sus cinco hijos. “Con el dinero que he ganado con este trabajo he podido educar a todos mis niños”.
Para ella, lo más complicado del trabajo no es llevar las herramientas o ayudar en la limpieza de piedras grandes, sino soportar los vientos helados y las tormentas de arena, que son comunes al pie del Chimborazo, por donde pasa la carretera.