Levantarse a las 04:00, hacer ejercicio hasta las 05:30, asearse y estar formado a las 006:00 para el inicio de la jornada es el principio de un día normal en la vida de un soldado Iwia. Un horario rigurosamente calculado y puntualidad son fundamentales, no hay tiempo que perder. Un día largo nos espera.
El territorio amazónico es sin duda uno de los lugares más difíciles para patrullar. La selva espesa hace que se deban emplear técnicas especiales de navegación, aprovisionamiento, alimentación y descanso para los soldados que se encargan de vigilar las zonas fronterizas en la selva amazónica.
En la mayoría de los casos, movilizarse a través de la selva implica no tener una visibilidad mayor a 10 metros, por esto también son importantes las técnicas de camuflaje. Esa es la razón por la cual los Iwias están “alimentando constantemente las diferentes unidades del ejército y también las patrullas de la frontera norte. Lo hacen como guías porque conocen del terreno”, afirma el TCrl. Mario Corrales, director de la Escuela de Iwias.
Con este objetivo, la escuela de Iwias forma soldados capaces de sobrevivir en la selva durante semanas. Los aspirantes que llegan desde diferentes comunidades indígenas del sector aportan con conocimientos ancestrales sobre la selva y reciben a cambio una formación militar en manejo de armas, tácticas de guerra, entre otros.
Iniciamos la jornada temprano, luego de subir losinterminables 137 escalones desde los dormitorios hasta el comedor para el desayuno a las 0600 horas en punto. A las 07:00 estaba prevista la salida a un territorio de selva vírgen donde recibiríamos entrenamiento para sobrevivir con lo más básico. Nos acompañó únicamente un poncho de agua y una botella para el agua.
Todas las provisiones, las galletas, las barras de granola y los dulces fueron confiscados sin piedad al inicio del recorrido. Nos dijeron que todo lo encontraríamos en la selva. Tras una hora de recorrido en bus en la vía al Tena, más una hora de caminata por senderos lodosos y riachuelos, llegamos a una zona que no había sido tocada. El primer paso: aprender a ubicarse.
Navegación
El temor a perderse en la selva es constante, en especial cuando no se tiene conocimientos sobre la ubicación en un territorio tan difícil. Sin embargo, no se necesita un equipo muy avanzado para recorrer la selva.
William Chicaiza, Sgto. II de Infantería, experto en temas de navegación, explica que existen diferentes métodos para ubicarse. El sol y las estrellas son los dos elementos fundamentales y básicos que todos tenemos siempre. El uso de brújulas y GPS también son útiles aunque en casos de supervivencia, cuando estamos perdidos en la selva, no son instrumentos disponibles.
Con algo de lluvia, pronto se volvió urgente construir un refugio. El descanso en la selva es muy importante para recuperar la energía gastada. Algo que experimentaríamos esa misma noche y a la mañana siguiente.
Bohíos
Los Iwias construyen diferentes tipos de refugios adaptados al lugar específico donde se encuentren. Los ‘bohíos’ pueden ser aéreos o terrestres y se utilizan materiales que se encuentran en la selva: troncos, ramas, hojas, entre otros. Además de proporcionar un lugar para descansar, protegen a los soldados de la lluvia, el frío, los animales y el enemigo. En ellos pueden guardar su armamento, su dotación de alimentos y agua pero también son lugares desde donde los francotiradores tienen una mejor visibilidad.
Escogimos un ‘body’ quien sería nuestro compañero de refugio e iniciamos la construcción. Despejamos el terreno e inspeccionamos que no se encuentre cerca de nidos de animales. Luego buscamos hojas para fabricar colchones impermeables que nos protejan de la lluvia. Utilizamos cuerdas de fibras naturales que se obtienen de los árboles y estacas para armar con nuestros ponchos de agua una especie de tienda temporal que si bien no nos aislaría completamente del exterior, si nos protegería en gran medida de la lluvia, o por lo menos esa era la idea.
Medicina y Alimentación
El Sgto. I. de Infantería Braulio Carvajal afirma que la selva amazónica es como “un supermercado”, se puede encontrar de todo. Es también una farmacia pues las plantas medicinales que son utilizadas por comunidades indígenas abundan en el sector, basta saber buscarlas. Por esta razón es importante que los soldados conozcan la selva y los productos que pueden obtener de ella.
Las plantas medicinales pueden estar adheridas a árboles secos, pero la mayoría de ellas crecen en bejucos o en la parte alta de los árboles. Hay frutos comestibles, alucinógenos, venenosos que únicamente los que han recibido formación en este campo pueden reconocer. “La selva puede ser muy generosa para el que sabe, pero también puede ser un infierno para el que no sabe”, dice Carvajal.
Asimismo, es importante saber fabricar trampas y hacer fuego para cocinar los alimentos. No se necesita de ollas, se puede utilizar plantas como la caña para preparar el arroz y hojas para ahumar el pescado.
La comida de esa tarde fue exquisita hasta para nuestros compañeros vegetarianos. Todos juntos rodeamos una especie de mesa construída con hojas y madera donde estaban los alimentos. El cansancio y el hambre fueron reemplazados por la amistad y la camaradería. Para el Capitán Richard Vargas, este es el sentimiento que caracteriza a toda la escuela.
Luego de almorzar, nos dedicamos a terminar nuestros refugios mientras otros empezaron a preparar la cena. Posterior a un día largo y agotador, era necesario refrescarse en el río. Y no mucho tiempo después a cenar. En la selva oscurece temprano, esto nos obliga a terminar todo antes porque en la noche es prácticamente imposible desplazarse a buscar comida.
La selva fue inclemente. Llovió hasta el amanecer y entonces descubrimos que muchos de nuestros refugios no estaban bien construidos. En algún momento entre 22:00 y 07:00 nos resignamos a amanecer más húmedos que secos. Los insectos también habían tenido un festín en la noche; las horas pasaban lentas como nunca, pero al fin (¡por fin!) amaneció.
Con los ponchos de agua mojados, las botellas de agua vacía, con ganas de ducharse y comer, recogimos todo e iniciamos el camino hacia la carretera. Una noche que no olvidaremos nunca.
El alivio del ruido de los carros para quien no está acostumbrado a vivir en la selva es la seguridad del lugar conocido. La destreza de los Iwias para permanecer semanas en la selva los convirtió en un grupo élite tras la Guerra del Cenepa; un grupo que combina el mundo militar y el conocimiento ancestral para proteger la selva ecuatoriana.
Nosotros regresamos a la cómodidad de la ciudad, farmacias 24 horas donde todo está en cápsulas, alimentación lista para preparar y una cama y ducha calientes. Sin olvidar las lecciones aprendidas, principalmente el cuidado y respeto por la selva amazónica.
Lea otra experiencia de uno de los estudiantes que participó en este proyecto