Darío Cabrera llevaba 10 años en España. Su familia lo recibió con emoción en el aeropuerto de Guayaquil. Foto: Mario Faustos / El Comercio
En la sala de arribo se dan el primer abrazo luego de años de ausencia, a veces más de 10 y hasta más de 20 años.
Los globos amarillos, verdes, rojos, las rosas y los carteles de ‘Bienvenidos’están presentes en el aeropuerto José Joaquín de Olmedo, de Guayaquil.
Una multitud espera a sus familiares que llegan -principalmente- desde España, Italia y Estados Unidos.
Los esperan con alegría, emoción y lágrimas. No los han visto desde hace más de 10 años o hasta 28 años. Ocurre en varios de los casos de los migrantes que comenzaron a llegar al país por la época de Navidad y Fin de Año.
No habían visto físicamente a sus padres, abuelos, hermanos, hijos o sobrinos.
Antes de volver tuvieron que superar barreras. Algunos de quienes residen en Estados Unidos tuvieron que legalizar sus documentos. Los residentes en España debieron capear la crisis que los afectó desde el 2008 hasta el 2014.
Estos encuentros familiares son más frecuentes durante este mes. Pilar Bravo, de 66 años, esperó el pasado lunes a su hija mayor. Lo hizo con un globo amarillo, porque para ella significa esperanza.
Bravo, emocionada y con sus ojos humedecidos, esperó más de una hora para recibir a su hija María Mosquera, de 41, a quien no veía desde el 2004. Ella se había marchado desde su natal La Maná, en la provincia de Cotopaxi, hacia Palma de Mallorca, en España.
Bravo acudió con dos hijas más. Mosquera tampoco llegaba sola: lo hizo con su hijo de 13 años –nacido en la Península Ibérica– y a quien verían por primera vez.
Tras pasar los filtros de migración, abrazó a sus familiares. Con voz entrecortada, dijo que necesitaba redescubrir a su país natal, comer cebiche de camarón y visitar a todos sus allegados.
Reconoce que su posición económica no es mala, pero recién pudo venir al país porque “la turbulencia económica española afectó a mi bolsillo. Estaré un mes; agradezco a Dios por estar en mi bendita tierra”.
Laura Gómez experimentó todo tipo de sentimientos al reencontrarse con su familia. La guayaquileña reside desde hace 12 años en Barcelona y trabaja en una empresa de limpieza. Ella fue recibida con un pastel por sus allegados.
Tiene 42 años e intentó venir en el 2010, pero la crisis en España la afectó y tuvo que renegociar la deuda de su departamento. “Fue horrible, el trabajo estaba limitado, perdí algunos de mis empleos temporales, lo que ganaba no me alcanzaba. Tuve que renegociar la deuda para no perder mi piso, eso me tomó años, por eso recién pude venir a Guayaquil”.
María Castillo, de 51 años, llegó desde Milán (Italia) con su madre, de 86 años. Cuatro hermanas las esperaron con el anhelo de reunir en Nochebuena a toda la familia, oriunda de Riobamba.
Castillo esperó 11 años para retornar. Ellas recibieron flores y abrazos como bienvenida. “Antes se me dificultó venir porque me tomó tiempo estabilizarme, aunque siempre envié dinero”.
Pese a las crisis, mandaron sus remesas. De acuerdo con el Banco Central del Ecuador, el aporte de los migrantes creció en el primer semestre de este año en relación con el mismo período del 2017. EE.UU., España e Italia están entre las naciones desde donde más crecieron los envíos(ver gráfico).
Jorge Rodríguez, oriundo de Biblián (Cañar), ha enviado dinero desde el 2003. Vive en Nueva Jersey (EE.UU.) y regresó a los 15 años porque obtuvo la residencia en el 2016, gracias a la ayuda de los dueños del restaurante donde labora.
Sus familiares llegaron desde Cañar en un bus alquilado para darle la bienvenida. Sus padres lloraron al verlo. “Cuando me fui lo hice de forma ilegal, crucé México, me costó mucho dinero. Desde que me fui he trabajado para ayudar a mi familia”.
Los migrantes han hecho uso del plan Retorno Seguro, de la Policía. Según Tanya Varela, comandante de la Zona 8, se realizaron 109 acompañamientos desde el 22 de noviembre, entre el aeropuerto de Guayaquil y sus casas.
Por seguridad, hay azuayos y cañarenses que prefieren volar a Cuenca desde Quito o Guayaquil. La noche del jueves, el aeropuerto Mariscal La Mar estuvo lleno de familias de migrantes como los Palaguachi, Toalongo y Ortega.
Cecilia Palaguachi recibió a su tío Luis Antonio, quien
retornó a los 23 años desde que migró a Estados Unidos. Foto: Xavier Caivinagua / para El Comercio
Cuando apareció Manuel Toalongo, su madre Olimpia Zumba levantó la cinta de seguridad para abrazarlo. Ellos esperaron 28 años ese reencuentro. Una sobrina llevaba un cartel que decía “Bienvenido. Tu familia te quiere”.
No podía retornar a Ecuador porque no legalizaba su estancia en EE.UU. “Ojalá ahora pueda venir cada año”.
La misma felicidad tenía Luis Palaguachi, quien retornó a los 23 años desde EE.UU. Se quedará hasta el 13 de enero para compartir la Navidad, dijo su sobrina Cecilia Palaguachi.