Sorprendente: el capitalismo radical parecería que tiene remordimientos de conciencia cuando con tenacidad admirable se le hace ver cómo en ciertos casos su empecinamiento de lucro excesivo tiene efectos perversos.
Hace unos días se celebró en California la junta de accionistas de la Chevron-Texaco, ícono de ese capitalismo, y, según se ha podido conocer por la prensa, la misma estuvo marcada por el descontento de un importante grupo de inversionistas sobre el manejo de la empresa respecto de los daños infligidos a los habitantes de una parte de la Amazonia ecuatoriana y a su flora y fauna cuando trabajó en nuestro país. Una resolución contra el Gerente General logró un significativo apoyo y fue obligado a dar explicaciones sobre lo que está ocurriendo con el juicio en su contra y con la percepción de la opinión pública.
Conocido es el tortuoso proceso que han seguido con valentía y tenacidad los ecuatorianos afectados por la contaminación generada por la Texaco por casi 25 años de explotación en el Oriente. Han perdido y ganado batallas legales en Estados Unidos y en el Ecuador desde 1993, en que se presentó ante las Cortes de Nueva York la demanda original, pero aún no está claro quién ganará la guerra.
En todo caso, la posición de los afectados parece que se fortalece frente a las evidencias y a su perseverancia. Hace unas semanas, precisamente, se presentó una investigación rigurosa encargada por el perito en el juicio bajo la forma de un libro titulado ‘Las palabras de la Selva’, que recoge resultados conmovedores sobre los daños causados por la explotación petrolera.
Resulta insólito que parte de los propietarios de la compañía, en un sistema de libre empresa capitalista, se vuelquen en contra de sus propios intereses para repudiar un manejo inapropiado -por decir lo menos- de sus ejecutivos en “su compromiso con los derechos humanos y el medioambiente” en la explotación petrolera hecha décadas atrás. ¡Cómo habrá sido ese comportamiento para que los propios inversionistas lo cuestionen!
Después de lo ocurrido en la última junta, está claro que al menos la imagen de la empresa está deteriorada por su equívoco manejo de la situación. La Chevron-Texaco no contó con que sus propios accionistas reaccionaran como lo han hecho.
Y ello obedece a la influencia los demandantes, los medios de comunicación y las organizaciones y personas que les han apoyado.
Es ejemplar el hecho de que dentro del propio sistema capitalista se haya generado una reacción que busca privilegiar a la persona y sus derechos sobre el simple lucro. Esperemos que en la próxima junta sean todos los accionistas quienes reaccionen de esta manera y no una parte de ellos. Así se sentará un precedente y se hará justicia.