La senadora, primera dama y candidata oficialista del Frente para la Victoria, Cristina Fernández de Kirchner, fue consagrada, el 28 de octubre del 2007, como presidenta de Argentina para suceder a su esposo, Néstor Kirchner.
Fue una victoria abrumadora, tal como lo indicaban las encuestas. Al cierre de la edición del 28, escrutado el 14% de las mesas electorales, Cristina Fernández de Kirchner se erigía como triunfadora absoluta con el 42,2% de los votos. En el búnker de Cristina Fernández, desde las 19:00, se vivía un triunfalismo extremo. Comenzó a llegar todo el aparato peronista, tambores y bombos incluidos, para celebrar la victoria.
Un total de 27 millones de argentinos estaban convocados a las urnas. Fueron las sextas elecciones consecutivas en el país desde que retornó al régimen democrático en 1983 y tuvieron acento femenino: tres de los 14 candidatos a la Presidencia eran mujeres.
Fernández necesitaba el 45% de los votos para ganar, o un 40% con 10 puntos sobre el segundo más votado.
Las primeras palabras que dijo, fiel a su estilo, la futura Mandataria de l país, de 37 millones de habitantes, fueron: “Quiero comunicarles que Argentina ha votado y nos ha dado a todos los hombres y a todas las mujeres que hemos intervenido en esta elección un lugar. Todos tienen un lugar. Hemos ganado ampliamente –talvez con la mayor diferencia entre la primera fuerza y la segunda desde la vuelta de la democracia-, pero lejos de colocarnos en alguna posición de privilegio, nos coloca en un lugar de la mayor responsabilidad por la confianza que nos han depositado los argentinos y las argentinas”.
Roberto Lavagna, su oponente, reconoció el triunfo de Fernández, aunque lo hizo en términos fuertes. “Mantenemos la idea de exponer la necesidad de los valores de la República. Hay que trabajar por equilibrar los poderes. Hay que trabajar por valorizar el Congreso de la Nación y rescatar el Poder Judicial”, manifestó.