La internación para tratar las adicciones debe ser consentida

El Cetad Libertadores, en Guayaquil, tiene capacidad para 31 adolescentes. Los residentes continúan con sus estudios en los seis meses de terapia. Foto: Enrique Pesantes/ EL COMERCIO.

El Cetad Libertadores, en Guayaquil, tiene capacidad para 31 adolescentes. Los residentes continúan con sus estudios en los seis meses de terapia. Foto: Enrique Pesantes/ EL COMERCIO.

El Cetad Libertadores, en Guayaquil, tiene capacidad para 31 adolescentes. Los residentes continúan con sus estudios en los seis meses de terapia. Foto: Enrique Pesantes/ EL COMERCIO.

Joel, Jeremy y Tatiana no pasan de los 21 años. Aún cursaban el colegio cuando consumieron por primera vez la droga H; desde entonces han seguido largos y distintos tratamientos, entre recaídas y progresos.

“Estas son mis 24 horas”, apunta Joel al terminar de contar su historia. El continuo balanceo de su cuerpo contrasta con su hablar pausado. Desde el 17 de mayo está “limpio” y es un logro que cuenta con orgullo, después de pasar por espeluznantes experiencias. “Consumía más de 10 veces al día. La droga me absorbió”.

Su largo camino hacia la recuperación empezó en un centro de salud. Fue el primer contacto con los tratamientos de rehabilitación y reinserción para personas con trastornos de comportamiento por consumo problemático de drogas.

En el 2008, el Ministerio fijó un esquema en el modelo de atención de salud mental. En el 2014 fue actualizado.

Ese esquema responde a la Constitución, que declaró a las adicciones como problema de salud pública. El artículo 364 delega además al Estado la creación de programas de prevención, control y tratamiento, que eviten la criminalización.

Juan Sánchez es el gerente del Programa de Salud Mental del Ministerio del ramo. Resume que el modelo tiene cuatro fases: ambulatorios general e intensivo, residencial y atenciones de emergencia.

El ambulatorio general es un servicio de psicología, al que se accede en 743 centros de salud del país o a través de médicos comunitarios. Este nivel capta los casos y elabora los diagnósticos iniciales.

La Unidad de Conductas Adictivas (UCA) del Instituto de Neurociencias tiene 90 camas.Foto: Mario Faustos/ EL COMERCIO.

De esa primera evaluación dependerá si el tratamiento avanza a un ambulatorio intensivo. Esta fase se oferta en 48 centros de salud, en espacios especializados en psiquiatría

Esta etapa define si se pasa a los centros especializados en tratamiento de adicciones o Cetads (hay 12 públicos).

Sánchez aclara que antes del ingreso se trabaja en la “voluntariedad y adherencia” a la terapia. “No se gana nada internando a alguien contra su voluntad pues saldrá y recaerá”.

El Cetad Libertadores de Guayaquil recibe a adolescentes. Desde su apertura en 2016 ha sumado 12 promociones.

Jeremy cumplió su terapia el jueves (17 de enero del 2019) y estaba listo para ir a casa. Aunque hay actividades grupales, el abordaje es individualizado. El programa incluye sicoterapias, tratamiento farmacológico, chequeos médicos, terapia ocupacional, etc. La estancia es de seis meses.

Una cuarta fase se activa en 46 unidades de salud mental hospitalarias, en el país. Atienden casos de emergencia, por sobredosis o síndrome de abstinencia, en un lapso de hasta 21 días. Mariana intentó conducir a su hijo por esa ruta de tratamiento. Fueron a seis sesiones en un centro de salud, le recetaron antipsicóticos. “Pasó de la droga a la medicina. Estaba sedado todo el tiempo y eso tampoco era vida”.

La UCA, en Guayaquil, ofrece tratamiento en tres etapas: ingreso, progreso y estabilización. Foto: Mario Faustos/ EL COMERCIO.

Al no acceder a un Cetad público, Mariana buscó uno privado. El lugar fue clausurado tras el incendio en un centro clandestino del suburbio, donde 18 jóvenes fallecieron, el pasado viernes 11 de enero del 2019.

El gerente de Salud Mental enfatiza que tienen la capacidad suficiente, pero a la par aclara que no todos los usuarios requieren asistencia residencial.
“Podemos hacer una captación temprana y reinsertarlo en su núcleo social”.
Hasta el año pasado la inversión en el Programa de Salud Mental fue de USD 600 000. Para el 2019 subió a USD 6 millones, un presupuesto planificado años atrás y que se justifica en la elevada demanda.

En 2012, un año antes de la aprobación de la tabla de porte y consumo de drogas, Salud registró 2 500 atenciones. El 2018 cerró con más de 74 000.
Guayaquil es la ciudad con más consultas. Ahí se planifica ampliar servicios, con la apertura de cuatro nuevos centros para servicio ambulatorio intensivo y la construcción de un complejo de salud mental de 113 camas (en planes).

La terapia física es parte del abordaje en la UCA. Luego de la salida hay un seguimiento. Foto: Mario Faustos/ EL COMERCIO.

El Gobierno también busca cerrar brechas, por ejemplo, en la atención a mujeres; con ese fin se construye un Cetad en Tena. Y mientras la obra está lista se recurre a la derivación.

Después de la última visita a un centro de salud, Tatiana intentó superar la adicción por sí sola. Fue encadenada en casa y pasó dolorosos días en cama, soportando la abstinencia.

“Quería cambiar pero retrocedía. Fui a una consulta y acepté un cupo acá”. Desde hace cuatro meses asiste a tratamiento residencial en la Unidad de Conductas Adictivas para mujeres, del Instituto de Neurociencia de la Junta de Beneficencia de Guayaquil.

Su médico, el psiquiatra Jimmy Ortiz, recalca que el consumo de drogas requiere tratamiento a largo plazo. “Internacionalmente, el 70% recae; es parte de la enfermedad”.

Tatiana ha pasado por varias fases terapéuticas. Todas las noches, frente a un espejo, repite sus planes a futuro: ir a la universidad, conseguir empleo, independizarse, etc. “No quiero volver a consumir. Cada recaída es volver atrás”.

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