Policías paramilitares chinos con máscaras patrullan frente a un retrato del ex líder Mao Zedong en la Plaza Tiananmen en Beijing, China, el 31 de enero de 2020. Foto: AFP
Los habitantes de la ciudad de Wuhan, epicentro del nuevo coronavirus, a veces son perseguidos en el resto de China como criminales, pues son objeto de delaciones pagadas e interrogatorios cerrados.
Al concluir las vacaciones del Año Nuevo lunar aumentaron las preocupaciones de una mayor propagación del virus, ya que muchos habitantes que viajaron regresan a sus hogares.
Algunos barrios de Pekín están atrincherados -a veces detrás de barreras improvisadas- para contener a los visitantes o las personas que regresan para proporcionar el historial de su viaje.
Un barrio de Shijiazhuang, una ciudad situada al suroeste de Pekín, ofrece unos 2 000 yuanes (USD 288) por denunciar a personas que fueron en las últimas dos semanas a Wuhan, capital de Hubei.
A la entrada de un barrio de Pekín, un agente de seguridad consultado sobre la política que aplica a quienes llegan de Hubei, dice a la AFP : “aunque viva aquí, no puede entrar”. “Podrían traer la infección. Si viene de ahí, debe informarlo al comité del barrio”, agregó.
“Ni entrar, ni salir”
En todo el país se aplican medidas drásticas estos diez últimos días para intentar frenar la epidemia, que deja ya 361 muertos en China y más de 17 000 contagiados, de los cuales 11 177 viven en Hubei, aislada del mundo desde el 23 enero.
De las 57 muertes registradas en las últimas 24 horas, 56 ocurrieron en Hubei. Pekín cuento con solo 191 casos de contagio.
Aunque Hubei está en cuarentena, cinco millones de personas habrían salido antes del Año Nuevo Lunar, según el alcalde de Wuhan.
Los gobiernos locales sufren presiones para expulsar a las personas procedentes de Hubei.
“Si no los conozco o llevan una maleta, les pediré que se registren”, explica una mujer que trabaja en un complejo de viviendas en Pekín.
Una vez que son identificados quienes llegan de Wuhan o Hubei, se someten a un control estricto. “No pueden ni entrar ni salir. Si necesitan comprar comida, el comité del barrio puede hacerlo por ellos”, declaró a la AFP Xu Aimin, secretaria del Partido Comunista de un barrio de Pekín.
“Nuestro enemigo es el virus”
Los habitantes procedentes de Hubei reciben también llamadas telefónicas diarias y deben controlar su temperatura durante dos semanas, explicó Xu.
Añadió que su comité de barrio, que gestiona un complejo de apartamentos de 2 400 familias, ha golpeado en cada puerta para verificar la situación de los habitantes.
“Nuestras informaciones vienen de la base. Queremos que todos sean una fuente de información”, dijo Xu. Si los habitantes “no confían en la persona de al lado, deben llamar inmediatamente” al comité de barrio.
Sin embargo, las autoridades están preocupadas de esta forma de cerrar algunos barrios a todos los visitantes, y recordaron el sábado a los responsables de barrios que no tenían “ningún poder” para impedir a la gente entrar una vez controlada su temperatura.
Eso no impidió que Gou Hairong, una habitante de Pekín de 24 años que llegó de la provincia de Sichuan, no tuviera acceso a su casa. Fue bloqueada en una estación de tren de la capital china.
Todo este rechazo suscita preocupaciones en cuanto a los riesgos de estigmatización.
“La forma en que consideras a Wuhan es como el mundo verá a China”, escribió una persona en Weibo, red social china.
Lucy Huang, una directora de documentales de 26 años que vive en Pekín y nació en Wuhan, se dice “muy herida”. “Nuestro enemigo es el virus, no debería ser la población de Hubei o Wuhan”, dijo a la AFP .