Andrea Fiallos aboga por un Guayaquil con sombra

Andrea Fiallos, directora de la Fundación La Iguana. Foto: Enrique Pesantes / EL COMERCIO
Perfil de Andrea Fiallos, directora de la Fundación La Iguana.
Entre los recuerdos ‘mágicos’ de su infancia está recorrer avenidas como las del Bombero, en el norte de Guayaquil, y observar desde la ventana del auto “majestuosos samanes”, árboles enormes y frondosos que alcanzaron hasta 45 años de edad.
Al crecer en una ciudad con avenidas y barrios llenos de arboledas, Andrea Fiallos se figuró viviendo en el futuro en una Guayaquil con extensas áreas verdes, pero estaba equivocada. En el 2007 los samanes de 10 metros de altura resultaron un estorbo para los planes de ampliación de la avenida del Bombero y fueron talados, reducidos a muñones y trasplantados. “Una de las avenidas más hermosas de la ciudad se convirtió en una explanada de cemento”, se lamenta.
Tres años después, para más indignación, una veintena de esos árboles trasplantados había muerto. Ella comenzó su camino en el activismo y se convirtió en una voz crítica en contra de las talas indiscriminadas, ordenadas por el propio Municipio.
Era el 2010 cuando decidió atender, al fin, “a un llamado a servir y luchar” por la conservación forestal. La activista dirige la Fundación La Iguana, constituida en el 2012, y ha trabajado en proyectos de reforestación en busca de que la ciudad mejore su índice verde urbano.
La Iguana ha sembrado, con ayuda de la empresa privada y organizaciones como GreenLeaders, 55 000 árboles nativos en ciudades del Ecuador -10 000 en Guayaquil entre arbolado urbano y proyectos privados-.
Pero el camino hasta abrazar el activismo y dedicarse a lo que le apasionaba fue tortuoso y lleno de aprendizajes, dice. Fiallos fue antes una joven tenista, una estudiante de administración de negocios y de gastronomía. Hizo algo de modelaje, llegó a ser finalista del certamen nacional de belleza y se dedicó por un tiempo al diseño de modas.
La guayaquileña, de 35 años, raramente usa aretes y suele vestir chaquetas con grandes bolsillos -de niña soñaba con el uniforme de la desaparecida Fundación Natura-. Aun así, se dejó convencer para participar en el Miss Ecuador 2007. Era un mundo que de cierta forma desdeñaba, pero accedió por inquietud social. Luego fue renuente a usar maquillaje en el certamen, iba con el cabello despeinado o no quería desfilar.
Con los reflectores sobre ella, en un escenario repleto de público, cuando le preguntaron en la final del certamen por qué siempre había querido ser Miss Ecuador, contestó que nunca había pretendido ser reina de belleza y el auditorio se desinfló en un suspiro. “La parte del voluntariado y del servicio era lo que me habían cautivado. Pero a la gente no le gusta la sinceridad, cuando es lo que más deberíamos valorar”.
Tenía unos ‘rebeldes’ 20 años, explica. Esa experiencia la hizo “renuente ante el sistema”, pero también le ayudó a darse cuenta de que el servicio era realmente lo suyo.
A los 23 años inició su aventura en el activismo ambiental, como respuesta a una suma de indignación e impotencia frente a la tala indiscriminada de árboles. Todavía la Fundación registra talas casi a diario.
También fue una forma de atender a quien realmente era: una “chica del campo”, que se había criado en buena medida en la finca de sus abuelos en Milagro (Guayas).
La noticia de que se iba a dedicar a “sembrar árboles” desconcertó a sus allegados, que dudaban de que eso fuera un proyecto de vida.
Pero La Iguana ha llegado a tener hasta 20 empleados y es una de las precursoras del paisajismo nativo para el sector privado. A pesar de sus críticas al modelo de regeneración urbana que depreda árboles nativos para reemplazarlos por especies de otros países, Fiallos recibió el año pasado por parte del Municipio el Galardón Ambiental Guayas y Quil, por sus iniciativas sostenibles.
Bolívar Coloma, exdirector municipal de Ambiente, destaca la persistencia y profesionalismo de la activista y su obsesión por el trabajo en la calle. Aunque su exceso de pasión puede jugarle también en contra, según el consultor ambiental.
“Uno de los proyectos que mejores resultados ha tenido es uno de huertos en sectores vulnerables de Monte Sinaí”, dice Coloma. Los huertos con especies medicinales son llamadas Farmacias Vivas y en la zona también se impulsa un programa de acuaponía (producción cruzada de plantas y peces).
El arquitecto Segundo Andrade labora hace tres años en paisajismo nativo de La Iguana y la describe como alguien exigente y detallista. “Su principal valor es la generosidad”.
La activista se pregunta cómo se puede construir una ciudad con identidad, cuando ha perdido parte de su historia con la tala de su patrimonio natural. “Los árboles son nuestros activos más importantes -reflexiona Fiallos-, son monumentos vivos que han definido a la ciudad, brindando sombra, oxígeno y sosiego”.
Su trayectoria
Activista de la conservación ambiental y forestal. En su libro ‘Árboles de Guayaquil’ (2016) recoge especies nativas. En 2019 entregó un proyecto de ordenanza de árboles patrimoniales para salvar a 200 ejemplares; el Cabildo no lo discute.