Mishell M. lloraba por un intenso dolor en su vientre. Estaba acostada en una cama de la habitación 13, en el segundo piso del Hospital Regional Vicente Corral Moscoso de Cuenca. Junto a ella estaba su bebé (recién nacido), que estaba hambriento.
La víspera, esta niña de 12 años dio a luz. Eran las 14:30 del pasado 23 de octubre y su pareja, Édison G., de 18 años llegó con ropa para su hijo. Al verla se inclinó para tranquilizarla.
Los nueve meses fueron duros y de tensión. Mishell conoció a Édison en un taller de calzado donde aprendía el oficio. Hubo atracción y a las pocas semanas tuvieron relaciones sexuales.
Ella vivía con su madre. Su padre emigró a EE.UU. hace seis años y, ahora, está separado de su esposa. Una prueba médica confirmó el embarazo. Mishell se sorprendió más que Édison. “Me puse helada. Sentí miedo porque no estaba y no estoy preparada”.
En los embarazos de azuayas menores 18 años hay una particularidad. El 80% de casos atendidos en los hospitales y centros públicos es de hijas de emigrantes, dijo Sara Alvarado, trabajadora social del Hospital Regional Vicente Corral Moscoso.
Entre enero y junio pasado, este hospital atendió 973 partos precoces, frente a 992 de mayores de 18 años. 19 casos son de menores de 14 años. En los centros médicos públicos es fácil hallar niñas en controles de embarazo.
Por ejemplo, en el centro de salud de la parroquia rural de San Joaquín, ahora se atienden 10 adolescentes. Colegios como el Manuela Garaicoa, Herlinda Toral y Técnico San Joaquín también son otro termómetro.
En el Técnico de San Joaquín, por ejemplo, hay dos hijas de emigrantes que están embarazadas: Mercedes y Daisy, ambas de 17 años, con siete y ocho meses de gestación. Según el médico del colegio, Adriano Reino, en promedio hay dos embarazos por año en el plantel.
Al igual que para Mishell, lo más difícil fue dar la noticia a los padres. Todas les contaron primero a sus madres y cuando no pudieron esconder estas les dijeron a sus esposos.
Dolores Granda, sicólogo del colegio San Joaquín, atribuyó el aumento de embarazos tempranos a la desintegración familiar generada por la emigración, falta de afecto y educación sobre sexualidad. También al sexo sin prevención y a las violaciones.
Para Franklin Íñiguez, director del subcentro de San Joaquín, el adolescente intenta llenar esos vacíos rodeándose de amistades, en la televisión, en el cine, las revistas, etc, que transmiten mensajes manifiestos sobre el sexo.
Por el embarazo, Mishell interrumpió su formación secundaria, pese a que su padre quería que sea una profesional. No la castigó y le dio lo necesario, pero cree que fallaron en algo importante: jamás le hablaron de sexualidad.
En cambio, Mercedes y Daisy cuando tuvieron relaciones con sus enamorados conocían poco de métodos anticonceptivos. La escasa información sobre sexualidad la recibieron en el colegio.
La noticia del embarazo no fue fácil para los padres. El de Daisy no le habló cuatro meses, hasta que ella fue hospitalizada por una infección de las vías urinarias.
Su indiferencia le dolió. “Quería huir, dejar de sufrir, de vivir”, dijo Daisy. Mercedes también habla poco con su padre, quien vive en España desde hace 10 años. “Solo lo hace para regañarme, se enoja, me insulta y eso me duele”.
Mishell no olvida que la frase “papá estoy embarazada” dejó perturbado a su padre. Se enojó.
Las tres dudan que puedan seguir estudiando. Las madres de Mercedes y Daisy les dijeron que después que nazcan sus hijos deberán buscar trabajo. “En la casa dicen que falta comida”, dijo sollozando Daisy.
Punto de Vista
Norma Azuaya de 14 años
‘Estuve a punto de abortar’
Ser mamá es una aventura apasionante, pero ser antes de los 18 años es sinónimo de irresponsabilidad. Tuve relaciones sexuales desde los 12 años, cuando sabía poco sobre la sexualidad. Quedé embarazada, hace dos años, mi pareja tenía 16.
Por unas amigas fui a un centro para abortar cuando tenía tres meses de embarazo. Me acompañó mi pareja, pero no estuvo de acuerdo. Llevábamos 20 minutos esperando y escuchábamos gritos. Me pasaron miles de cosas por la cabeza y salí corriendo.
Le prometí a mi pareja que nunca más pensaría en eso y ese día le conté a mi mamá. Se molestó porque se sintió defraudada, pero a la semana me ofreció su apoyo.
Me fui a vivir con mi pareja. Mi esposo trabaja y mi mamá me sigue ayudando para los estudios. Si pudiera retroceder el tiempo no me hubiera embarazado. Adoro a mi hija y cuando la tengo en mis brazos le pido perdón por haber pensado en quitarle la vida.
Ser madre precoz nos hace madurar a la fuerza. Me duele no darle todo lo que necesita mi hija, de vestirla con ropa que me regalan porque mi situación económica no me lo permite.