En Cancún, se llevó a cabo la reunión de las Naciones Unidas sobre el cambio climático. Después del fracaso de la reunión de Copenhague, las expectativas de que esta Cumbre iba a lograr resultados tangibles en la lucha por detener el deterioro del medio ambiente, eran muy bajas. Sin embargo, contra todo pronóstico, debido a la habilidad de la diplomacia mexicana, se logró que la llama de la esperanza para lograr un acuerdo global sobre el cambio climático vuelva a encenderse. A pesar de las decisiones tendientes a lograr un acuerdo multilateral, falta lo más importante, hacer que estas decisiones sean legalmente obligatorias. Los acuerdos de Cancún, como se los ha denominado, reconocen que los países industrializados deberán reducir las emisiones para el año 2020, entre el 25 y 40 % relativo al nivel de emisiones registradas en 1990. En este sentido, otro de los acuerdos logrados de manera muy hábil, es el relacionado a establecer un mecanismo de medición, reporte y verificación de los compromisos adoptados para reducir las emisiones. Sin embargo, cualquier decisión en establecer metas específicas bajo el Protocolo de Kyoto de 1997, que además es el único Tratado Internacional sobre el cambio climático, ha sido diferido hasta la reunión del próximo año de la conferencia de las Naciones Unidas en Durban. Gracias a la habilidad de los negociadores, la posibilidad de que el Protocolo de Kyoto se extienda hasta el año 2012, quedó abierta. Como en todas las reuniones en las cuales asisten países con diferentes niveles de desarrollo, el compromiso de ayudar financieramente a los países de menores recursos no podía estar ausente. El acuerdo de Cancún, establece un nuevo Fondo Verde, con la meta de recaudar USD100,000 millones anuales a partir del 2020. De acuerdo a la resolución, recién después de diez años se tendrán disponibles esos recursos. Cualquier cosa puede pasar en ese lapso, y por lo tanto, el Fondo podría quedar solamente en buenas intenciones y ser parte de la retórica común en este tipo de reuniones. Los recursos se necesitan en este momento para que los países de menor desarrollo relativo puedan cumplir con los acuerdos, tal como en la deforestación, que es un problema ligado a la pobreza y no a las malas intenciones de los habitantes. El acuerdo demanda que los países desarrollados ayuden financieramente y brinden apoyo técnico a los países de menores recursos. Además, el acuerdo establece el marco para ayudar a las naciones en desarrollo para que se adapten a las sequías, inundaciones y crecimiento de los niveles de los océanos que trae el cambio climático. La reunión de Cancún abre al mundo la esperanza de que la lucha para frenar el deterioro ambiental sigue en pie.