Las muecas de los más pequeños son equivalentes tanto a la alegría como a los nervios de verse a varios metros lejos del suelo. Aunque están atados a un arnés, las emociones les ganan.
El Cap es una de las salas de escalada; está ubicada en la avenida 10 de Agosto, entre Mañosca y Galíndez. Recibe a chicos y grandes en sus 300 metros cuadrados de ‘boulder’. Son paredes con pequeños bloques de diferentes formas que sirven para impulsarse o sujetarse en el ascenso. En la zona infantil hay colchonetas en el piso.
El precio de la entrada es de USD 4 para los niños de 4 a 11 años; USD 6 hasta los 17 años y los adultos pagan USD 7. Esta opción es de escalada libre, y no incluye instructor. Si se lo requiere el costo sube hasta los USD 20.
El lugar atiende de lunes a viernes, de 07:00 a 22:00 y los fines de semana de 11:00 a 19:00.
Al lugar llegan una vez por semana María Clara Iza y su hija Dana Arellano, de 12 años. Juntas escalan libremente desde hace un par de años, en media pandemia descubrieron este deporte. “Es importante darles a los chicos otras alternativas más allá de los deportes tradicionales”, señala la madre de 33 años. Su hija ha adquirido habilidades: elasticidad, valentía y fuerza en sus extremidades, relata.
La escalada puede ser practicada por personas de todas las edades y no requiere experiencia previa. De acuerdo con las actividades será necesaria cierta indumentaria, que se puede alquilar o tomar prestada en los diferentes centros donde se practica.
Como Dana, hay al menos una veintena de niños y adolescentes durante el curso vacacional del sitio. Allí los niños disfrutan de moverse libremente por las paredes de escalar y en los exteriores son felices jugando bajo el sol.
A los primerizos les gana un poco el miedo, pero finalmente logran subir y festejan con abrazos y saltos. Todos se divierten y aprenden habilidades para otros escenarios de la naturaleza.
Se puede subir montañas
Ese es el propósito del club de Andinismo de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador, PUCE, que está abierto para todo público. Con un costo de USD 2 al mes, los participantes pueden acudir a las reuniones semanales donde se planifica una salida al campo.
Aquí participan estudiantes y graduados de la universidad, pero también adolescentes y niños. Ellos necesitan la autorización de sus padres para asistir y son parte de las visitas a montañas que se hacen cada fin de semana.
Rafaela Flores es la integrante más pequeña del grupo. Con apenas 10 años se mueve con total soltura al caminar, trepar y escalar en las montañas del Ecuador. “He aprendido que en la montaña el aire es más fresco y hay una hermosa vista”, cuenta la pequeña que ya ha recorrido diferentes lugares en compañía de sus padres.
El club tiene cuatro módulos de aprendizaje y exploración. El primero es de páramo y campismo. El segundo, de maniobras y escalada. El tercero de media montaña y el cuarto de alta montaña y glaciares.
Entre todos comparten sus conocimientos y experiencias sin reparos. Es un grupo ameno en el que todos aprenden diferentes técnicas y forjan amistades con el interés en común de escalar. Los miembros de este club aprovechan para capacitarse con la ayuda de instructores especializados. Esto puede tener un costo extra.
Así lo hizo el sábado 9 de julio un grupo de adultos acudieron a las instalaciones de Ascenso Vertical, en San Antonio de Pichincha, para practicar técnicas de escalada y manejo de equipo. Los participantes se colocaron primero un casco y un arnés que sujeta las piernas y rodea la cintura. De este cuelgan al menos dos docenas de accesorios que luego servirán para sujetar a otras personas y asegurarse en la subida. Todos miran atentos las instrucciones.
Las empresas suelen acceder también a los servicios de eventos en las salas de escalada. Estas incluyen futbolines y cafetería.