Disfrutando del largo feriado tuvimos oportunidad de viajar, gozando de los hermosos parajes de nuestro querido Ecuador. Fue satisfactorio comprobar el estado de todas las carreteras, con una acertada señalización; quizá, la única excepción, el tramo Jama-Pedernales, que se encuentra aún en construcción. Toda nuestra costa está, por fin, después de tantos años, extraordinariamente comunicada y en plena expansión. Qué no decir del estupendo puente entre Bahía y San Vicente y playas que toca la Ruta del Spondylus. Partimos desde la fabulosa Guayaquil que, por cierto, nos invita a sentirnos orgullosos. Mas, regresar a Quito, para ser justa, no es tan placentero en comparación a todo lo demás. Los que amamos nuestra ciudad nos sentimos defraudados al ver lo poco atendida que está; por decir lo menos: sucia, con pésimo asfalto, peor que empedrado, con muy pobre -o ninguna- iluminación, accesos desastrosos, jardines descuidados y un largo, largo etc. ¿Será posible que volvamos a ver a Quito, atesorada, como bella joya que Dios nos regaló?