“No hay” o “se fue” el sistema son las típicas respuestas que uno recibe cuando está tratando de efectuar cierto trámite en alguna institución pública o privada. Una vez “ido” el sistema no hay más remedio que esperar buenamente que retorne, según sus operadores.
Resulta entonces que la tecnología va anulando la capacidad, iniciativa y/o el criterio de los seres humanos. ¿Por qué no crear un mecanismo paralelo para suplir la ausencia temporal del sistema para que las actividades cuotidianas fluyan regularmente? ¿ Por qué no reducir esa nociva dependencia absoluta del “sistema”?
En un banco local, frente al pedido de un certificado puntual, acabo de recibir la respuesta: “El único certificado que damos es el que el sistema nos provee”, no puedo darle otro .
Entonces el “sistema” se ha convertido en el patrón para hacer las cosas, por encima de cualquier criterio o idea reflexiva.