Parece que el Ministro del Deporte está confundido: su puesto en el campo es, y sigue siendo, el de arquero. Bueno, cierto que a veces, sobre todo cuando estaba en Barcelona, desesperado por la derrota, tomaba la bola y se lanzaba al ataque, y eso lo hacía muy mal. Como secretario de Estado está haciendo lo mismo al pasar de su función de ser el rostro amigable y gentil del Gobierno a otro más autoritario y duro, al buscar pelea con los dirigentes del Comité Olímpico Ecuatoriano.
No nos fijemos mucho en los asuntos legales del conflicto, que dan igual porque son solo un pretexto para el asalto al poder. Atendamos al resultado: los organismos internacionales ya condenaron la intervención del Gobierno en los entes deportivos, ya han suspendido a algunas federaciones y es probable que nuestros deportistas tengan que desfilar en Londres, no bajo la bandera tricolor, sino bajo el paño olímpico, como si Ecuador fuera Sudán del Sur o una de esas naciones que se destrozan a balazos. Eso sería vergonzoso.
Aunque tuviera razón en sus reclamos, el ministro José Francisco Cevallos debió acordarse que su prioridad es defender al deportista, el cual ha sido perjudicado por la pelea con el Comité Olímpico. ¿Por qué no esperar a que pasen los Juegos para aplicar los correctivos?
Cevallos olvida que una cosa es ser el Ministro más popular y otra el más efectivo. Sería terrible para su trayectoria que por su falta de cálculo Ecuador fuera el hazmerreír en la comunidad internacional. Y todo por pasar a ser delantero.