En su discurso de posesión prometió trabajar por tener ciudades con aire limpio y compatibles con las exigencias de la salud. Tiene una ocasión de oro de cumplir este objetivo, constatando la brutal contaminación por polvo que sufrimos los habitantes de las parroquias de la Mitad del Mundo (Pomasqui, San Antonio, Calacalí), porque no hay autoridad ni poder humano que haga cumplir la ley y las normas en el manejo de las canteras, que a más de ilegales, explotan cerca de centros poblados, parques nacionales y bienes del Patrimonio Cultural del país, beneficiando a un millar de mineros y volqueteros que nunca han pagado regalías o han financiado obras de recuperación ambiental.
Durante cuarenta años se viene anunciando “el año de cierre de las minas” que nunca llega. Será posible que los ministerios y autoridades involucradas tomen cartas en el asunto y defiendan los intereses ciudadanos de vivir en un ambiente sano y libre de contaminación; o continuará la agresión a la naturaleza y a la salud de sus habitantes.