Desde 1988 inicié mi aventura por ser uno de los “valientes nadadores” que calificaba este medio a los deportistas de la travesía al lago de San Pablo, y año tras año he cumplido de manera satisfactoria, al llegar a la meta y saber que aún estoy de pie, que es posible romper esas barreras que la vida nos presenta, al concluir esta etapa de 25 cruces consecutivos, celebro mis bodas de plata como nadador de aguas abiertas.
Felicito a todos los nadadores novatos, élites, experimentados que cada septiembre rinden su homenaje al majestuoso lago, gracias a este Diario por la cobertura de este evento. La lección aprendida: Perseverar hasta llegar al objetivo.