La última misiva presidencial anuncia la vigencia de nuevas reglas para los asambleístas que soliciten información pública. Nada nuevo bajo el sol, en este ambiente de prohibiciones, ni siquiera los consabidos errores ortográficos y de sintaxis en los textos oficiales. En el párrafo inicial ya aparece la primera perla: “A pesar de sus valiosos esfuerzos… gracias a lo que…” ¿Qué pasó con la concordancia que le producen sus opositores siempre con minuto de ‘deportesminusculacursos’, etc., el censor oficial? En los párrafos siguientes, el lector puede constatar el uso y abuso de la voz pasiva pronominal (sé esto, sé aquello…), y lo más grave, con complemento agente. Pasamos al empleo discrecional de mayúsculas y minúsculas en sustantivos que deberían estar escritos siempre con minúsculas (Ministras, Ministros, Presidente, Presidencia, asambleístas). Más adelante, otra perla, un listado no consiste de 120 preguntas, consta de… el penúltimo párrafo contiene una puntuación lamentable que impide saber quiénes ‘representan el interés superior del Estado’, los niños o los asambleístas. En un Gobierno plagado de sabios y patriotas habituados a dictar normas y reglamentos, ¿no habrá alguien que escriba sin faltas?