El fútbol ecuatoriano ha tenido una semana horripilante: sus dos representantes en la Copa Libertadores fueron eliminados mediante goleadas inapelables. Es una enorme pena porque las hinchadas se habían ilusionado y parecía que el monopolio de Liga en torneos del exterior podía ser roto. Pero no: la Copa volvió a quedar enorme. Esto merece un análisis o, mejor dicho, un réquiem para los caídos:
Emelec
El ‘Bombilllo’ jamás se preparó para la Copa, nunca hizo las contrataciones adecuadas y apostó por un técnico novato como Marcelo Fleitas, que todavía es más corazón que estrategia y sapiencia. Es verdad que Fleitas ofreció a los hinchas los mejores momentos internacionales de Emelec en mucho tiempo, pero sus triunfos fueron también su techo. Una cosa era ganar, más con coraje que con ganas, al Olimpia, y dejar en el camino al Flamengo, que con Ronaldinho era pura marquesina; y otra cosa era pretender que se podía tumbar a un plantel estructurado como Corinthians. Fleitas careció de jugadores para que sus interesantes –o tercas- ideas se plasmaran con fluidez. Tampoco hubo un líder en la retaguardia, pues el bajón de Achilier arrastró al fondo a una mediocridad que no estaba en los planes. En todo caso, Emelec mostró dignidad, dio todo lo que pudo y agregó la victoria en Asunción a su colección de hazañas, aunque irse del torneo con un 3-0 no es del todo feliz.
Deportivo Quito
Si lo de Emelec fue triste, lo del Quito ha sido una tragedia. Perder 6-0 en Santiago con la Universidad de Chile es un garrotazo a una expectativa que los chullas habían generado gracias a su buena fase de grupos y, sobre todo, a la exhibición ante la misma U en Quito. Qué humillante. Qué pesar. El dolor aumenta porque, a diferencia de Emelec, la directiva del Quito sí tomó precauciones y se esforzó por contratar un banco largo. Esto dio resultado parcialmente, porque el Quito no ha sido protagonista en la primera fase del Campeonato (sus opciones de ganar la fase son mínimas), y porque no contó con jugadores a la altura de las circunstancias, sobre todo en la retaguardia. Además, el equipo tardó bastante en tomar vuelo, lo cual le hizo perder tiempo y puntos en el torneo local. En la Copa iba bien, pero el acto final en Santiago fue una colección de errores increíble en el DT Carlos Ischia y en jugadores que, se supone, son seleccionados. Nunca hubo control de la pelota. Los chilenos se cansaron de hacer la diagonal. El liderazgo se diluyó. Se bajó los brazos. Ischia termina golpeado en su crédito y los jugadores regresan a un torneo nacional que, en realidad, es bastante mediocre.