El olor de la tierra húmeda de Tzimbuto (Chimborazo) se mezcla con el que sale de los cultivos de cebolla, acelga, zanahoria, coliflor, culantro y plantas medicinales. En ninguno de estos huertos se utilizaron químicos o fungicidas.
Al menos así lo sostiene un grupo de mujeres que trabajó en estas tierras con el objetivo de dar a sus familias una alimentación sana con legumbres agroecológicas.
El principal destino de estos productos son los hogares de los 150 habitantes de esta comunidad, de la parroquia de Licto, ubicada a 2 800 metros de altitud.
La zanahoria es el alimento que más consumen los pobladores de esta comunidad que formó la asociación Nueva Generación.
Elena Tenelama preside este grupo que está conformado por 52 agricultores. “La gente ya no tiene la costumbre de comer hortalizas, por eso no podemos dejar de sembrar el maíz y la cebada que también son importantes para la alimentación”.
Las semillas que utilizan para los sembríos las compran en Licto y Riobamba, pero también crearon un banco de semillas propio.
Lo menos dañino que se utiliza en las chacras es el biol, una preparación que solo se usa para acabar con la plaga de la lancha, que ataca en el invierno. “Aquí no fumigamos ni nada, solo usamos abono orgánico”, afirma Elena.
Los productos se distribuyen también a otras asociaciones y organizaciones que impulsan esta forma de cultivo.
Francisco Lema, técnico de la Fundación Ecorural, trabaja directamente con esta comunidad. “Nosotros somos productores no intermediarios y lo que les decimos a nuestros compañeros es que si nos pagan un poco más, les damos cultivos sanos”.
La siembra de productos orgánicos no solo beneficia a estas localidades sino a los compradores que adquieren estas legumbres y hortalizas en todos los mercados o centros de distribución.
Roberto Gortaire, representante del proyecto Canastas Familiares en Riobamba -desde el 2000- explica que esta iniciativa trata de beneficiar a la gente que se dedica a esta actividad y también a los demás consumidores. “Cada vez hay más conciencia en la gente de que los problemas de salud pública están relacionados con los alimentos, por eso nos preocupamos porque estos productos sean orgánicos y que nuestra dieta esté equilibrada”.
María del Carmen Tenilema, trabaja como agricultora de productos orgánicos desde hace 15 años en Tzimbuto. Ella comenta que estas iniciativas tienen múltiples beneficios. “Es bueno para la alimentación de nuestros hijos y porque la gente trabaja aquí y no tiene que migrar”.
Gortaire también trabaja con la Fundación Utopía. Esta organización recibe los productos de 100 familias y los distribuyen en sacos, cada 15 días.
En la comunidad de San José de Gaushe, ubicada a 20 minutos de Riobamba, Felipa Lema también se dedica a los cultivos orgánicos. En su patio, tiene huertos de perejil, apio, cebolla, lechuga, papa, tomillo y toronjil. “Acá nunca, por ningún tiempo utilizamos químicos”, comenta mientras muestra sus cultivos. Ella trabaja con el apoyo de un programa de las Escuelas Radiofónicas Ecuatorianas, de Riobamba. Ellos los ayudan a vender lo que cosechan.
Las personas que se dedican a sembrar y vender los productos orgánicos pronto tendrán un respaldo legal. En la Asamblea Nacional ya se realizó el primer debate de lo que será la primera Ley de Agrobiodiversidad, semillas y fomento agroecológico.
La distribución
El proyecto Canastas Familiares recopila hortalizas y legumbres de 100 familias de algunas comunidades de Chimborazo, y las distribuye entre los que participan en el programa.
Cada 15 días se reúnen para elaborar las canastas o sacos que contengan 22 productos. Estos se venden en USD 21 a las familias que también los cosecharon.
Las Escuelas Radiofónicas Populares también impulsan proyectos de cultivo de productos orgánicos que los ofertan en ferias quincenales.
Granjas Integrales es el nombre de esta iniciativa en la que trabajan organizaciones de mujeres que también procesan alimentos como la quinua.