Hinchas de todos los rincones del país llegaron ayer al coloso de El Batán para presenciar el partido entre Ecuador y Bolivia.
Martha Naranjo arribó desde Guayaquil, mientras que Mauricio Caicedo lo hizo desde el Valle del Chota, la tierra que vio nacer a Ulises de la Cruz y a Édison Méndez, ex seleccionados.
En las avenidas cercanas al estadio Atahualpa también se observó a aficionados procedentes de Ambato, Machala, Tulcán, Cuenca… Todos ellos llegaron a Quito portando banderas, gorros y camisetas alusivas a la Tricolor.
Antes de ingresar al Atahualpa y tomar posesión de sus asientos, los hinchas bailaron al ritmo de la canción Pégate un paso, el tema más popular del grupo La Vagancia. Después, movieron las caderas y piernas al son de la bomba.
Corrían las 12:25, cuando los primeros hinchas entraron al Atahualpa, hora en la que se abrieron las puertas. Inicialmente, estaba previsto que el paso se habilitara a las 12:00.
En ese momento, el acceso de los espectadores se cumplió con normalidad, pues la enumeración de los asientos, tras la aprobación de la Ordenanza Municipal, evitó la aglomeración desde tempranas horas.
Los entusiastas que llegaron desde las 06:30 lo hicieron para adquirir un boleto entre los revendedores, que se ubicaron en las avenidas Amazonas, 6 de Diciembre, Naciones Unidas y De los Shyris. Por orden de la Policía Metropolitana, los revendedores no pudieron comercializar los boletos en los alrededores.
En la avenida Naciones Unidas y la 6 de Diciembre también se ubicaron los comerciantes informales que llegaron con camisetas, cornetas y otros objetos con los colores de la Tricolor.
Uno de ellos fue Juan Carlos Jami. Él se instaló en la avenida De los Shyris y Naciones Unidas con 60 camisetas, cada una con costo de USD 7. Hasta las 12:00 de ayer apenas pudo vender un par de casacas. Según el comerciante, los miembros de la Policía Metropolitana perjudicaron las ventas, pues apenas se ubicaban en una vereda, llegaba la Policía para pedirles que se fueran.
María Muela también sufrió por la intervención de los metropolitanos. “Solo estamos vendiendo, no robando. Es una pena que nos traten así”, comentó.
En los exteriores, los hinchas aprovecharon para felicitar la iniciativa del Municipio por la aprobación de la Ordenanza, pues aseguraron que aquello les garantiza seguridad. “Por fin podemos disfrutar de un partido de la Selección sin antes haber esperado cinco o seis horas bajo el sol”, comentó Sebastián Andrade.
Este aficionado llegó a Quito desde Loja, y lo hizo acompañado de su tambor. Antes de ingresar al estadio aprovechó para pintarse la bandera de Ecuador en sus mejillas. Según él, siempre que lo hace la Tricolor obtiene una victoria. “Esa es mi cábala de la buena suerte”, admitió.
El encargado de colorear el rostro de los seguidores de la Tri fue Édgar Cajas, un artista nacido en Quito, quien aprovechó el compromiso para ganar un poco de dinero con su arte.
La seguridad de los aficionados estuvo a cargo de 1 000 miembros de la Policía. Los primeros uniformados llegaron a las 06:30. Ellos fueron los últimos en abandonar las instalaciones y las inmediaciones del estadio capitalino.
Los gendarmes se encargaron de dar seguridad dentro y fuera del estadio. También de organizar el flujo del tránsito. Ellos trabajaron en coordinación con la Policía Metropolitana.