Un estudiante siempre busca la excelencia de una universidad, pero implícitamente también busca un buen trato, al menos si es una universidad pagada. Lamentablemente esto no se da, porque aún se mantienen los estereotipos arcaicos de que si un estudiante “le cae mal” a un profesor hace todo lo posible para calificarle mediocremente cualquier trabajo.
¿De qué le sirve al estudiante pagar por su educación si a la final va ha ser denigrado? El estudiante se encuentra en una situación caótica, debido a que si va y denuncia a las autoridades el maltrato que recibe, simplemente no hacen nada para cambiarlo. La otra opción que tiene es guardar silencio y esperar a que arrastre la materia. Por lo tanto, la libertad de expresarse de un estudiante es coartada.
Los profesores aún tienen el presupuesto mental de que siempre van a tener la razón y por más que lo nieguen es así, sin opción a refutar ni llegar a un diálogo. Esto es deplorable ya que genera en el estudiante un resentimiento por el abuso de poder.