‘Nuestra madre es la luz de mi existir. Nos ha enseñado que la vida es un manantial de oportunidades, que no existen barreras cuando se tienen sueños”. Así opinan Gabriela y Ana Cristina Feijóo de su madre Esther Paladines, mientras se balancean en sus sillas de ruedas. Estas jóvenes de 22 y 20 años, en ese orden, nacieron con hipoxia neonatal con afectación física. El apoyo de su progenitora fue determinante para que en la actualidad estén en el tercer módulo de Derecho en la Universidad Nacional de Loja (UNL), en la modalidad a distancia.
La mujer de rostro amable y 48 años de edad asegura que Dios, su primer hijo David, su esposo Édgar Feijóo y su familia son los principales aliados para sobrellevar las diferencias físicas de sus hijas.
Vive con su familia en una amplia vivienda muy ordenada. Allí Gabriela y Ana Cristina se pasan la mayor parte del tiempo por las dificultades que tienen para salir a caminar por las calles.
Para Baltazar Sarango, inspector general del colegio a distancia Hermano Ángel Pastrana, donde estudiaron las jóvenes, Paladines es un ejemplo de amor incondicional. “La madre es el ángel que Dios nos dio para enfrentar la vida. Doña Esther nos demostró que no hay barreras para el amor maternal”.
Ella las acompañó en sus seis años de colegio y se convirtió en la segunda mamá de los compañeros de sus hijas. Los apoyaba para su superación. Una de las anécdotas que destaca Paladines es cómo enseñó a sus hijas a leer.
“Enseñarles fue lo más duro. Me inventé a jugar a las pistas. Les ponía un mensaje en un lugar de la casa y ellas se movían hasta ese punto, leían el papel y pasaban al siguiente. Al final el premio era un bombón”.
La madre asegura que era divertido, pero a la vez complicado. “Las niñas buscaban la manera de llegar a sus pistas y se deslizaban por el piso. Yo guardaba la esperanza de que algún día pudieran caminar. Lo importante es que aprendieron a leer y bien”.
Esos métodos ingeniosos fueron supervisados por las maestras de la Escuela Julio María Matovelle (Catamayo), donde cursaron los estudios primarios.
Esta esforzada madre es una mujer con sueños personales. Le gusta cantar. Con su voz cautiva a quienes la visitan.
En su juventud se hizo acreedora a tres premios. Dos discos de Oro en el Festival Intercantonal y La Caña de Oro en 1984. Es oriunda del cantón lojano Catamayo, donde recibió condecoraciones del Municipio.
A sus hijas las ve como una bendición de Dios. “Son seres puros y hermosos. Ellas están libres de la ambición, soberbia, envidia, egoísmo e hipocresía”.
Agrega que “sin Dios, no descubrimos la misión que cumplimos en la tierra con nuestros ángeles”.
HOJA DE VIDA
Desde hace 22 años, Esther Paladines es un soporte para su primera y segunda hijas que nacieron con hipoxia neonatal.