‘Mi historia comenzó en el 2015. Ahí inicié una relación con una persona que se mostraba respetuosa. Al poco tiempo nos fuimos a vivir juntos y él cambió por completo.
Comenzó a cuestionar mi forma de vestir, a incidir en todas mis decisiones, a controlar mi tiempo; criticaba a mis familiares y amigos. Se volvió muy celoso. Me agredía física y psicológicamente.
Él tenía una empresa de diseño digital y me enseñaba a editar fotos, videos, a hacer coberturas fotográficas de bodas y de cumpleaños.
Trabajábamos juntos. Eso se convirtió en un arma en mi contra, porque me decía que sin él no era nadie, que no me darían trabajo y que nadie tendría la paciencia para enseñarme. Trataba de menospreciarme.
Un día, cuando regresamos a casa luego de trabajar en una boda, tuvimos una pelea.
Me empujó a la cama y me golpeó en las piernas con su cinturón. No lo podía creer.
Era la primera vez que alguien me agredía. Me sentí humillada y enojada. Pero al día siguiente se acercó, me pidió perdón. Dijo que estaba arrepentido y lo perdoné.
Una semana después volvieron los maltratos. Los golpes, empujones y sacudidas en público eran frecuentes.
En junio del 2016 obtuve una boleta de auxilio, pero no sirvió de nada, pues las agresiones siguieron. Los últimos cuatro meses de la relación fueron los peores. En septiembre del 2017 intentó golpearme la cabeza con un martillo. Tuve que esconderme en el baño de la casa.
Los gritos alertaron a mis vecinos y me ayudaron. Ellos fueron a mi departamento, hablaron con él y lo calmaron. Ese mismo mes tuvimos otra discusión, en la sala.
En esa ocasión tomó un cuchillo de la cocina e intentó apuñalarme en el estómago.
Amenazó con matarme si terminaba la relación. Estaba muy asustada y lo único que hice fue sujetarle la mano con la que sostenía el puñal y pedirle que se tranquilizara.
Después de eso intentó asfixiarme con sus manos en cinco ocasiones. Recuerdo que una vez me empujó contra la cama, y aplastó mis piernas y brazos con su cuerpo.
Solo gritaba y pedía que me soltara. Luego me tapó la boca, la nariz y presionó mi cuello. Me dijo que hacía eso para que me callara. Cuando vi que estaba completamente sometida e indefensa me quedé quieta y me soltó.
La última agresión fue en diciembre del 2017. Nuestro departamento estaba en el tercer piso de un edificio.
Tras una discusión me empujó e intentó lanzarme por la ventana de la sala, que estaba abierta. Logré sujetarme. Ahí decidí cortar la relación, porque estaba en peligro. Aproveché que él se encerró en el estudio para alistar mi maleta e irme de la casa. Salí a la calle y me fui caminando a la casa de una amiga, que vivía cerca.
Cuando llegué llamé por teléfono a mi mamá y le pedí que me fuera a recoger. Desde entonces decidí alejarme de él. No le contesté las llamadas ni los mensajes.
Hubo ocasiones en que fue a buscarme en la casa, para invitarme a salir, pero no acepté. Hasta ahora se contacta y me pide que volvamos.
Después de tanto dolor, maltrato y lágrimas aquí sigo y ahora ayudo a otras mujeres que viven lo mismo.
En mayo del 2018 creé Nina Warmi. En esta fundación brindamos ayuda psicológica, asesoría legal y acompañamiento psicosocial a las víctimas de la violencia de género.
La organización está conformada por 27 mujeres. También tenemos cuatro abogadas y cuatro psicólogas.
Apoyamos a las familias de víctimas de feminicidio para visibilizar los casos. Brindamos asistencia a personas que han sufrido violencia sexual, física y psicológica. Hacemos plantones para exigir justicia y damos seguimiento a los procesos judiciales abiertos.
Hablamos con muchas mujeres. Cuando una se halla en estas condiciones, lo único que quiere es que le crean, que le escuchen y que le apoyen.
Por eso creé la fundación, porque estoy convencida que la ayuda de otra mujer salvó mi vida. Lo importante es no permitir ningún maltrato.
Hoy me dedico a tiempo completo a Nina Warmi. Hemos visibilizado en medios de comunicación la muerte de Liliana Flores, una joven que fue víctima de feminicidio en diciembre del 2018.
También realizamos varios plantones para exigir justicia por ella hasta que el agresor fuera sentenciado 34 años.
Difundimos el caso de Cinthia Zula, una adolescente que fue hallada sin vida en el Teleférico, en enero del 2020.
Además, ofrecimos asesoría legal a la mamá de Carolina Andrango, la adolescente que fue víctima de violación y de trata de personas. A diario las mujeres nos contactan a través de redes sociales o por llamadas, para pedirnos ayuda”.