Indignación han causado las declaraciones de un sector de agremiados a la Federación Médica Ecuatoriana que, sin ruborizarse, han manifestado que no se someterán a las nuevas disposiciones laborales que los obliga a trabajar ocho horas diarias “porque se sienten cansados” y “la extenuante jornada podría llevarlos a cometer errores mortales”, según expresó un asambleísta manabita y médico de profesión. Este mismo personaje aseguró que si llegase el caso de que tuviere que atender a un paciente para una operación quirúrgica grave, no dudaría en derivarlo (enviarlo) con otro médico. Este, aparte de ser un acto de cobardía, es un acto de mala fe que se contradice con los principios y juramento hipocrático.
El asambleísta en mención expresó que las nuevas disposiciones son discriminatorias para su gremio, dice que es una política de terror. Con este argumento todos los profesionales del mundo deberíamos entonces exigir lo mismo y al diablo con las esperanzas de salud y progreso de nuestro país.
Es menester entonces que, consecuente con la medida de la FME, se prohíba a los médicos que han cumplido con sus 2 ó 4 horas diarias de labores, ejercer en lo que resta del día para precautelar la vida de los pacientes. Pero no debemos dejarnos engañar. Está claro que la posición de este sector es un chantaje, porque sabemos que la mayoría de médicos luego de “trabajar” dos horas se van a sus consultorios privados a seguir trabajando/lucrando, sin importar que por “su extenuante jornada” maten a un paciente.