Conocí a Miguel Ángel en 1977, cuando participé como alumno en el Quinto Curso de “Seguridad y Desarrollo”, del Instituto de Altos Estudios Nacionales, (IAEN). Él fue nuestro profesor y asesor académico, y como tal, supo dar evidente lustre y prestigio institucionales, con otros connotados catedráticos del equipo académico docente. Mis compañeros y yo esperábamos sus clases con vivo e inocultable interés. ¡Qué deleite escuchar al magistral orador y fecundo conocedor de las ciencias especializadas en los campos, aún poco estudiados, del desarrollo socio-económico, nacional y global, y de la seguridad geopolítica y jurídica!
El doctor Cevallos era poseedor de una erudita ilustración y una memoria privilegiada.- Acabo de asistir a su sepelio. Varias personas intervinieron exaltando su memoria. EL COMERCIO, 26/04/2013, resaltó la figura del “chulla que se las sabía todas de Quito”. En su hoja de vida, entre otros aspectos, se menciona ser autor de la frase: “No creo en Dios, sino en la razón, en la inteligencia y la honradez…”. Hicimos una buena amistad en el IAEN y en oportunidad de numerosos actos de la Casa de la Cultura Ecuatoriana. ¡Nunca le escuché esta frase que ahora me motiva especial reflexión!
Pienso que Miguel Ángel estuvo siempre seguro de la existencia del Supremo Hacedor. Mientras vivió, no sólo que se trazó un camino, de tenaz y permanente superación académica y profesional; también amó y defendió la verdad integral, con honestidad y recta conciencia; y, finalmente, hizo de su vida una brillante trayectoria de entrega al estudio y la investigación, compartiendo siempre generosamente sus conocimientos. Creyó, firmemente, en “el Camino, la Verdad y la Vida”, como el sentido real y trascendente de su propia existencia humana.