Cuando despertó había perdido la movilidad en su mano y pierna derechas. Desesperado preguntó a sus familiares qué le había ocurrido, pero nadie se atrevió a responderle. Entonces averiguó con uno de los galenos.
La respuesta lo fulminó. El golpe que recibió en el cerebro paralizó una parte de su cuerpo. En ese instante, Carlos Sandoval temió que se convertiría en una carga para su familia. Tenía entonces 25 años.
En la actualidad, Sandoval cumplió 52 años y no está solo. Según el Consejo Nacional de Discapacidades (Conadis), en Chimborazo hay 13 000 personas con alguna discapacidad.
Con el tiempo, y cuando más inútil se sentía, un sacerdote le contó sobre el Centro Comunitario Jesús Resucitado de la Comunidad Capodarco-Ecuador, que funciona en el cantón Penipe, en Chimborazo.
Viajó allá y se sorprendió al observar a otras personas, con problemas similares al suyo, que podían trabajar, cocinar, lavar y hacer deporte sin el apoyo de nadie. Eso lo motivó a quedarse.
En enero pasado cumplió 20 años de convivir en esta comunidad. Allí viven 25 personas que tienen discapacidad física. Sin embargo, todas trabajan, estudian y realizan diversas actividades.
La recuperación de Sandoval fue lenta. Recibió terapia de rehabilitación en el Hospital del Centro de Desarrollo Humano en Cultura y Economía Solidaria (Cebycam-Ces), dirigida por el padre Jaime Álvarez. También lo ayudaron psicológicamente para recuperar su autoestima que estaba lastimada.
Ahora trabaja en la confección de calzado en la fábrica Vinicio que es parte de este proyecto.
Rosa Hidalgo, coordinadora del Cebycam-Ces, contó que con la creación de Capodarco Ecuador se instalaron las microempresas para la elaboración de calzado y tarjetería. Esto fue apoyado por Italia.
La idea fue que las personas con discapacidad cuenten con un empleo y puedan vincularse a la producción y retomar sus estudios.
Este centro se creó en 1989 con ayuda de la Comunidad Capodarco de Italia y la iniciativa del religioso Jaime Álvarez.
Lenín Merino, presidente del centro, dijo que en los últimos 22 años, más de 400 personas recibieron apoyo. “Ahora trabajan en instituciones públicas y privadas. La mejor rehabilitación es estar activos, haciendo lo que les agrada y dedicados a estudiar”.
En el centro hay cinco jóvenes que asisten a los colegios Nacional Penipe y Milenio. Desean graduarse y continuar con la universidad.
Geovanny Pichisaca, de 22 años, está en quinto de bachillerato. Se moviliza en silla de ruedas por las rampas que hay en el inmueble de dos plantas.
Hace 19 meses sufrió un accidente de tránsito en la vía a Pallatanga. El vehículo en el que viajaba se volcó y despertó en la sala del Hospital en Guayaquil. No podía mover sus piernas por causa de una fractura en la columna.
“Pensé suicidarme, pero nunca lo intenté. Un amigo me trajo a esta casa hogar. En este tiempo aprendí viendo lo que hacen mis compañeros y con el apoyo de los médicos. Mi proyecto de vida es graduarme de maestro en la universidad y ayudar a más gente para que pueda salir adelante como yo”, explicó Pichisaca.
El apoyo es importante
El Centro funciona con el apoyo financiero del Ministerio de Inclusión Social y Económica (MIES). Esta entidad les entrega anualmente USD 30 000. También apoya en actividades deportivas. Los integrantes que pueden aportan con USD 30 al mes.
Para trabajar en las microempresas, técnicos del Servicio Ecuatoriano de Capacitación Profesional (Secap) les capacitaron. Durante un año aprendieron a cocer, hacer control de calidad, comercialización etc.
Gardenia Domínguez, gerenta de Calzado Vinicio, aseguró que la labor que desarrollan es buena en el cocido a mano, pegado de piezas, broches, tinturado y pegado. Tienen habilidades y destrezas innatas.