El cambio ofrecido por el presidente electo, inédito reto para reflotar la economía y desarrollar acciones por el bienestar y la paz social del país entero, ¡bienvenido sea! No obstante, surge indefectible la preocupación de que -como de costumbre- los líderes partidistas locales y su respectivo clientelismo, exijan las cuotas en la administración de la función pública en sus respectivas provincias, no siempre con los mejores perfiles.
Esperaríamos que, en esta oportunidad, se recurra también a los ciudadanos que, hasta ahora, por obvias razones, se han mantenido alejados de la política, que cuentan con formación académica y experiencia para desempeñarse con solvencia en el campo público; a la vez que, debería emprenderse ¡por fin! en la depuración del aparato burocrático, dotándole de funciones y personal estrictamente necesarios, que responda con eficiencia a la inversión que realiza el Estado.
En lo que respecta a la educación, pilar fundamental en la estructura de una sociedad, que ha sido descuidada por los gobiernos de turno y falsamente atendida durante los últimos catorce años, es impostergable la reorganización total del sistema educativo, adaptándolo de manera práctica a la real demanda laboral.
Está claro que los altos niveles de ignorancia han sido el caldo de cultivo para la farsa populista. El apoyo de la cooperación internacional en este campo, podría ser muy útil para actualizar la educación e insertar al país en el mundo actual.
Asimismo, un control efectivo de la natalidad evitará que se reproduzca la pobreza y permitirá una planificación adecuada que sustente la producción y el presupuesto nacional. En este contexto, no caben los dogmas religiosos, de cualquier origen.