De autos, ropa, viajes, comida, diversión, hay mucho. De ahorro, poco o casi nada. La película del ‘boom’ petrolero de la década del setenta se vuelve a repetir en el país, cuatro décadas después.
Embutida por una inyección ilimitada de dólares, la economía ecuatoriana vive una expansión récord del consumo. Y en ese escenario, la clase media ha emergido como beneficiaria directa de esa ola consumista. Sin embargo, esa misma dinámica ahora juega en su perjuicio.
Según el estudio de la Superintendencia de Bancos, la mayoría de personas que se encuentra sobreendeudada actualmente pertenece a la clase que gana hasta USD 1 000. Eso, para el analista Andrés Romo, es una clara demostración de que el país vive una ilusión monetaria, con mucho para gastar y con casi ninguna conciencia del ahorro.
“Es grave. Han sido dos años de derroche en todos los niveles, desde el Estado hasta las familias. No hay un colchón para el futuro. Y todos quienes hemos estudiado la Economía sabemos que a períodos de bonanza le siguen épocas de contracción. No sé si ya ahora es un poco tarde para adoptar medidas de control”, añade.
De manera general, según el asesor de mercados, Washington Carrera, el ecuatoriano “se ha acostumbrado a gastar, no mide los riesgos, ve solo al corto plazo y está convencido de que siempre tendrá el dinero para pagar. El engordamiento del aparato estatal ha contribuido, sin duda, a eso”.
Para el Gobierno, los indicios de sobreendeudamiento en el país tienen que ver directamente con la facilidad en la concesión de créditos en el sector financiero.
De hecho, instituciones como el Banco del Pacífico ofrecen a sus clientes facilidades para acceder a este tipo de créditos. Los mensajes de texto al celular, por ejemplo, siguen llegando: “Para lo que necesites Pacificard Efectivo disponible a tu alcance hasta USD 2 000. Págalo hasta 24 meses”.
Carrera dice que al incorporarse una legión de servidores públicos, con mejores sueldos, la tendencia, al no ser una sociedad ahorradora, se enfocó a adquirir todo aquello que no podía cuando obtenía menores ingresos.
“Y eso se contagia. El vecino le ve al otro que ya tiene algo más y también lo quiere. Entonces, si un día ganaba USD 400 y de pronto pasa a ganar USD 800, lo lógico, en este país, es que me apure a comprar el carro, la casa, la ropa, lo que sea. Y si a eso le sumamos que el sistema financiero privado y público me presta dinero rápidamente, entonces todo engrana”.
Ese fue el caso de Elizabeth M., que mantiene una deuda -diferida- de USD 700 en su tarjeta de crédito, pese a que su sueldo llega solamente a USD 350 al mes. Las cuentas están diferidas para pagarse en tres y 12 meses. Hoy ya el dinero no le alcanza. Luego de recibir los estados de cuenta de su tarjeta Visa, y cancelarlos, debe pedir a familiares o amigos que le presten dinero para el transporte.
En cambio, Francisco R. cuenta que una de sus primas tuvo que salir del país porque las deudas la acosaban. “Se daba vida de reina cuando era una plebeya”. Según él, ella gastaba más de lo que ganaba hasta que le ‘ahorcaron’ las deudas y, encima de eso, se quedó sin trabajo. La deuda se quedó ahí. Suma unos USD 50 000, de lo que la familia conoce…
Punto de vista
Katiuska King. Ex Ministra
‘Esto ya fue advertido’
A finales del 2010, el Ministerio de la Política Económica solicitó a la Superintendencia de Bancos un estudio de sobreendeudamiento porque teníamos indicios de que el sistema financiero estaba aumentando la colocación del crédito de consumo y endeudando más de la cuenta a los hogares. (…). Se debería rever la composición del sistema financiero, instrumentar políticas alternativas de fomento al ahorro que desestimulen el consumismo y ampliar el acceso al financiamiento para la economía real, es decir la que genera producción y empleo. La política macroeconómica no puede perder la dirección, tiene que velar por los intereses generales que modifiquen la estructura y no solo la coyuntura.
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