El país inició una nueva etapa de campañas electorales, con miras a las elecciones para Presidente y asambleístas, quizás las más importantes y trascendentales de las últimas décadas, como consecuencia del reguero de corrupción que dejaron los últimos gobiernos.
Las amargas experiencias del pasado reciente y que deben sepultarse para siempre, marcaron una huella profunda de angustia y desesperanza en el ánimo de los ecuatorianos. Un país que no conoce su historia está condenado a repetirla. El engaño populista y la política irresponsable y demagógica de unos gobernantes que no vacilan en sacrificar el futuro de una sociedad por un presente efímero seguirá vigente.
El populismo es una degeneración de la auténtica democracia. Estos son los que prometen unidad, pero logran más odio y división y por supuesto un mejor futuro, pero sabemos que regresarán, en cualquier tiempo, capítulos más oscuros del pasado.
Ya apareció un “mago de las finanzas”, que habla de entregar mil dólares a cada ecuatoriano. ¿Será tal vez un “bono de la riqueza”?; ¿De dónde saldrán los recursos?; ¿De las arcas del Estado de un país cada vez más endeudado, miserable y empobrecido? Pese a que tuvo la mayor riqueza nacional en el llamado “boom petrolero”. ¡Por Dios, qué irresponsabilidad! Pero el pueblo, desgraciadamente, cae en el engaño y en las mentiras de estos farsantes, oferentes de mercado barato y encantadores de serpientes. No proceden con seriedad y sus campañas se convierten en baratillo de ofertas.
Esta es la oportunidad histórica que el país anhela. El salvoconducto es el voto inteligente y pensante, para no caer una vez más, en ese pasado triste y ominoso de gobiernos corruptos y totalitarios, nacidos en el oprobioso Socialismo del Siglo XXI.