Ernesto Sábato nos acerca a la realidad cuando dice: “Sólo quienes sean capaces de encarnar la utopía serán aptos para el combate decisivo, el de recuperar cuanto de humanidad hayamos perdido”. Ya decían nuestros mayores: que en el país de los ciegos el tuerto es rey, y que nadie llega tan alto en la vida sin tener razón en todo cuanto piensa, dice y hace. El emblemático caso Sobornos, que ha dado mucho que hablar por su complejidad, y, por el escepticismo de la sensatez y equilibrio de los jueces a quienes por sorteo recayó tal delicada responsabilidad. Del mismo modo que: “No hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista”.
Se ha materializado el fallo de los jueces y su condena ha sido ratificada y engrapada. Enhorabuena, señora Diana Salazar FGE, para ella los aplausos, por apersonarse y la osadía de poner a prueba las leyes al servicio de la justicia, sin prejuicios ni resentimientos que siempre oscurecen el raciocinio; es preciso reconocer que tuvo buena vista cuando decidió empaquetar a todos por el mismo delito: dictadorcillos, gregarios y mercachifles privados, que claudicaron su honor por intereses protervos a costilla de un pueblo sumiso.
Un aparte del mérito le corresponde al periodismo investigativo, que con su olfato de sabueso dar con la punta de la infamia y degradación del correísmo. Vanagloriarse es de ilusos; simple y llanamente nos deja una enseñanza, y deberá ser transmitida a las nuevas generaciones: que la honestidad, la bondad, el respeto, la libertad, el servicio y en paz sean el camino para el bien común. La dignidad no tiene precio; que una persona empieza por ceder en las pequeñas cosas y acaba por perder todo el sentido de la vida, manchando de modo inmisericorde a su vínculo familiar.