Los argelinos salieron a las calles en contra del régimen de Abdelaziz Buteflika. Tras su dimisión, se celebrarán nuevos comicios en medio de la duda local por la cercanía de los candidatos al exmadartario Foto: EFE
Los argelinos, que llevan nueve meses protestando contra sus dirigentes, deben votar el jueves 12 de diciembre del 2019 en unas elecciones presidenciales que no desean, ya que son vistas como el medio usado por el régimen para regenerarse y mantenerse en el poder.
Si bien no se ha publicado ninguna encuesta, los observadores esperan una abstención masiva en un país donde ya era crónicamente elevada.
La protesta popular no ha perdido fuerza y el escrutinio se anuncia como un “fiasco total” en materia de participación, estima la historiadora Karima Dirèche.
Los colegios electorales en el extranjero, abiertos desde el sábado, están casi vacíos y los pocos votantes sufren los insultos y quejas de los opositores.
“La diáspora está movilizada contra las elecciones, pero es tradicionalmente conservadora y cercana al poder”, subraya Dirèche, directora de investigación del Centro Nacional de Investigación Científica (CNRS) en Francia.
Desde el 22 de febrero, el régimen fue impugnado masivamente por un movimiento (“Hirak”) inédito. Después de haber obtenido en abril la dimisión de Abdelaziz Buteflika, jefe de estado desde hacía 20 años, el “Hirak” exige ahora el desmantelamiento del conjunto del “sistema político”, en el poder desde la independencia en 1962.
Pilar del régimen, el alto mando del ejército asume abiertamente el poder desde la dimisión de Buteflika y se empeña en elegir rápidamente un sucesor para salir de la crisis político-institucional en la que se encuentra sumido el país.
Barrió las vías de “transición” propuestas por la oposición y la sociedad civil para reformar el régimen, en particular la Constitución, que sirvió para legitimar el poder de Abdelaziz Buteflika.
Por falta de candidatos, hubo que anular una presidencial inicialmente prevista para el 4 de julio y, desde entonces, Argelia es liderado por un presidente interino ausente, Abdelkader Bensalah, cuyo mandato legal terminó hace cinco meses, y un gobierno nombrado por Buteflika, dos días antes de su dimisión, para dirigir los asuntos corrientes bajo las órdenes de su fiel aliado Nuredine Bedui.
Los argelinos participaron masivamente el viernes pasado, último día de movilización antes del escrutinio, para demostrar su rechazo a esta elección presidencial.
También querían desmentir las afirmaciones del Jefe de Estado Mayor del Ejército, el General Ahmed Gaïd Salah, expartidario inquebrantable del expresidente Buteflika, sobre el supuesto “impulso popular” suscitado por la elección.
Los candidatos
Los cinco candidatos (Abdelaziz Belaid, Ali Benflis, Abdelkader Bengrina, Azzedine Mihubi y Abdelmajid Tebbune) vivieron una campaña electoral que terminó el domingo a medianoche, agitada y muy complicada, bajo un clima de creciente represión.
Todos ellos son considerados como “hijos del sistema” por su papel durante la presidencia de Buteflika -2 fueron sus Primeros ministros y otros 2 ministros- pero se les reprocha, sobre todo, que sirvan de fianza al régimen presentándose a las elecciones.
Sus reuniones, que se llevaron a cabo bajo una fuerte protección policial, enfrentaron numerosas dificultades y los candidatos fueron objeto de hostilidades por parte de los manifestantes durante sus deplazamientos.
Después de 20 años de fraude bajo la presidencia de Buteflika, las “seguridades” presentadas por el poder -siempre en manos de antiguos allegados del presidente depuesto- sobre la “transparencia” y la “sinceridad” del escrutinio no convencen, a pesar de una ligera modificación de la ley electoral que transfiere las prerrogativas de organización del ministerio del Interior a una “autoridad independiente”.
El presidente que será elegido “ya está desacreditado. No será reconocido por la opinión pública y tendrá un verdadero problema de legitimidad electoral”, subraya Dirèche, que ve al “Hirak como una guerra de desgaste” que continuará después de las elecciones.
Este presidente electo “se verá obligado a gobernar con lo que ha producido el Hirak, es decir, oposiciones y contrapesos que se han ido estructurado”, asegura la historiadora.
“El ejército quiere garantizar la continuidad del poder, como existía bajo Buteflika, pero ahora es imposible”.