La palabra abuso es bastante fuerte, pero es algo que se puede observar todos los días. Es triste pensar que inclusive con los tratados internacionales, leyes del país, y la conciencia que debería existir en nuestra cultura y sociedad aún sigamos viendo abusos, en este caso el peor abuso, el de menores.
Siempre que salimos a las calles en el Ecuador se puede observar al menos a un niño trabajando. Se supone que las leyes de los niños, niñas y adolescentes los protegen, pero ¿de quién deben ser protegidos en realidad? Creo que es una problemática bastante grande y en la que pocos pensamos. Un niño tiene el derecho a la libertad, a la educación, inclusive al descanso para un buen desarrollo y es justamente lo que no tienen los niños en nuestro país. Se da por la pobreza claramente pero el Estado debería actuar firmemente y defender al menor de cualquier tipo de abuso, en este caso la explotación laboral de los niños.
El problema no siempre viene de los padres o tutores, también viene del abandono y de las condiciones en las que crece el niño que normalmente los obligan a trabajar. Es importante que el estado voltee a ver al más vulnerable e inocente, porque es realmente preocupante encontrar a un niño en las calles en vez de escuelas, sin tener un libre desarrollo.
Es el momento de tomar acciones, cambiar la sociedad y cambiar esta realidad que a los ojos de muchos es normal pero a mi parecer es degradante y dolorosa. No es fácil cambiar esto claramente, pero empieza desde las personas, desde el interés social que se le ponga al asunto y empezar a cambiar por uno mismo.
El Estado tiene el deber de amparar a los niños, niñas y adolescentes sea cual sea su entorno de pobreza, riqueza o cualquiera que sea, debe protegerlos de todo y ante todo.