Hace no más de 4 o 5 meses un escándalo mayúsculo se produjo en el país, provocado por la publicación en la prensa sobre los problemas técnicos-administrativos de la construcción de 5 proyectos petroleros de gran envergadura y altos costos, obras emblemáticas del gobierno anterior, que se han hecho famosas por su mala calidad, incumplimiento de plazos y exagerados sobreprecios; construidas y fiscalizadas por contratistas extranjeros.
Ahora mismo la prensa informa que el “El plazo para entregar las casas en Manabí no se cumple”, los damnificados del terremoto del 16 de abril de 2016, se quejan con razón de la falta de seriedad del Gobierno, han pasado 3 años y todavía viven en carpas, según el Miduvi, las obras no se terminan por incumplimiento de los contratistas, obras de necesidad primaria de una comunidad de escasos recursos, que son relativamente pequeñas y de poca inversión, construidas y fiscalizadas por contratistas nacionales.
Como se puede ver, la obra pública grande o pequeña en el país desgraciadamente tienen la misma impronta: falta de calidad, plazos incumplidos y sobreprecios a la orden del día; hemos tomado los extremos, las obras que están dentro del rango no son diferentes. Esta realidad, no se puede responsabilizar a la falta de inversión, los tipos de obra analizados han tenido suficiente flujo de caja; las razones son otras: falta de organización del dueño de obra (instituciones públicas) y, excesiva ambición y negligencia del gremio de la construcción (constructor y fiscalizador), a todo esto hay que sumar la falta de civismo. “Las obras ecuatorianas deben ser construidas por ecuatorianos”, en consecuencia preparémonos técnica, administrativa y éticamente para asumir el reto. No podemos seguir así, tenemos que cambiar y rápido; el motor del desarrollo de Ecuador se está fundiendo por exceso de aceite.