Los familiares se reunieron desde el mediodía para observar el partido entre Ecuador y Corea del Sur. Fotos: Mario Faustos / EL COMERCIO
La familia de Jhon Espinoza se concentró en la Isla Trinitaria para ver la semifinal del Mundial Sub 20, en la que Ecuador perdió por la mínima cuenta ante Corea del Sur. El resultado los frustró, principalmente, por la jugada en la que el VAR anuló el gol nacional.
Al domicilio, ubicado en la cooperativa Madrigal en la Isla Trinitaria, al sur de Guayaquil, llegaron 25 personas, primos, sobrinos, tíos y amigos del lateral derecho, que se acomodaron en la sala de la casa.
En primera fila miraba Tránsito Ortiz, abuela del jugador. A sus 92 años se emocionaba con cada opción de la Tri. Permanecía sentada, pero aplaudía en cada incursión de la selección nacional.
“Fue un partido duro, se cerraron bien y nos hacen un gol por la desconcentración. Los chicos dieron lo mejor, estamos orgullosos”, dijo Teófilo Espinoza, padre del capitán de la Tri, quien se contactó con su hijo por WhatsApp. Los dos se enviaron mensajes, incluidos de voz, la madrugada antes del partido. Espinoza trató de disminuir la presión del deportista y le pidió que se divirtiera.
Tránsito Ortiz, abuela de Jhon Espinoza observó el cotejo en primera fila. Foto: Mario Faustos / EL COMERCIO
El gol de los surcoreanos, al minuto 38, levantó el ánimo de los Espinoza. “No podemos perder la fe”, gritó don Teófilo, que empezó a aplaudir para mantener el optimismo.
La jugada del VAR, al minuto 90+4, generó tensión en la casa. Plegarias y gritos cambiaron por un silencio incómodo, cuando el árbitro decidió que la jugada quedó invalidada por posición adelantada de José Cifuentes.
Adicela Quintero, tía del deportista, recuerda cuando veía a su sobrino jugar con la pelota en las calles 25 y la K, en el suburbio, donde creció. Dijo: “Siempre confiamos en que llegaría lejos”.
Durante su infancia, Espinoza era vecino de Gonzalo Plata. Por eso la familia del capitán también apoyaba al atacante, a quien conocen desde niño. Recordaban esa etapa de ellos, cada vez que se combinaban por la banda derecha.
Tamara Espinoza, hermana mayor del futbolista, vestía la camiseta de Aucas. El defensor se la regaló días antes de viajar y para ella era una muestra de la buena relación que tienen.
Entendieron el cambio del jugador, cuando faltaban 15 minutos para el final. “Hay que apuntar al empate”, dijo Tamara, que al final abrazó a una sobrina, triste por la derrota.
“No deben tener vergüenza, Dios los va a recompensar. Ese gol debió contar”, dijo la hermana del futbolista que se arrodilló frente al televisor, mientras el árbitro revisaba la acción del gol invalidado.