Con mucho beneplácito se ve el accionar del nuevo Ministro de Educación, restaurar y dar vida a las escuelitas comunitarias que antes de la administración correísta existían, es una gran obra porque ellas responden a la idiosincrasia de un grupo humano que vive en esa comunidad. Otra situación muy saludable es que el docente se dedique a sus funciones específicas que es impartir conocimientos y no sentarse por horas a rendir informes impuestos y muchas veces sin valor.
Ojalá estos cambios lleguen al pénsum de estudios considerando las “asignaturas formativas”: Moral y Cívica, Urbanidad, Ética, las cuales nunca debieron ser suprimidas; es necesario que las mismas tengan su propia carga horaria, su metodología, su planificación y evaluación y no ser consideradas “asignaturas de relleno”, ni ser optativas, ni incluidas en clubes o actividades extra curriculares; deben formar parte de la malla curricular y ser las gestoras del resto de asignaturas. Los temas y contenidos deberían tratarse desde el nivel básico hasta tercero de bachillerato variando en el nivel de dificultad, la profundidad del conocimiento, la ejecución de proyectos, los cuales siempre deben culminar con la praxis. Se debe también devolver al docente la autoridad que antes tenía frente a los educandos y a los padres de familia porque el trabajo debe ser mancomunado por la trilogía educativa con respeto, comprensión, dedicación y principalmente amor. Tal vez así se logre mejorar la parte humana que es la falencia más evidente en la sociedad actual.