Decenas de exfuncionarios convictos han fugado para eludir los procesos judiciales; si están fuera, no regresan, y si están en el país se burlan de las medidas cautelares, lanzan a la basura los grilletes electrónicos. Es espantoso e irónico el deficiente control de estos elementos peligrosos que deben responder por miles de millones de dólares y por actos delincuenciales de enorme incidencia nacional. ¡Es una ignominia!
Cuando estaba en marcha la persecución y acoso a Cedatos, a mi familia y mi persona, me encontraba en Estados Unidos por atención médica a mi esposa. El 26 de mayo de 2017 fui vinculado a la indagación previa del caso a consecuencia de una denuncia de la entonces vicepresidenta de la Asamblea, luego ministra de Justicia y parte de la terna para vicepresidenta de la República, fundamentada en videos supuestamente de la Senain y en correos y documentos hackeados, porque nuestras encuestas dos semanas antes de las elecciones del 2 de abril daban mínimas diferencias entre los candidatos finalistas, con un nivel de electores indecisos del 30%.
El día de mi vinculación a este proceso decidimos regresar al país para presentarme a la Fiscalía el 1° de junio fijado por la jueza. El martes 31 de mayo, cuando llegamos al aeropuerto de Quito, la agente de pasaportes, sorprendida, me informó que tenía prohibición de salir. “Yo lo sé”, le dije, y a los medios que cubrieron mi llegada les manifesté que regresaba a dar la cara. En efecto, a las 12:00 del día siguiente me presenté a la Fiscalía como lo hice cada 15 días por 18 veces, hasta que fui sobreseído. Posteriormente, el 13 de abril los jueces ratificaron mi inocencia, desatendiendo la injerencia del poder político en la justicia, evidenciada en la cadena nacional presidencial del 5 de marzo.
En las próximas semanas publicaré mi libro sobre acontecimientos que han conmovido al país desde su inicio como república hasta nuestros días. Cómo se ha jugado con las cifras oficiales, cómo se ha traicionado a la población y se ha convertido en líderes a personas y grupos con bases falsas, con desfalcos, mal uso de recursos, trazando rutas de pobreza, infelicidad y desaliento.
Las encuestas de opinión pública que por más de 50 años vengo realizando han permitido conocer el real sentimiento de la población, convirtiéndose en un verdadero instrumento de la democracia, sin someterme al allanamiento, persecución y acoso que el poder ejerció especialmente en los últimos años para tratar de exterminarnos.