¿Qué pasará en este mundo en el cual cada vez más y más gente se siente genuinamente interesada por cosas y casos que no tienen la más remota posibilidad de que les ocurra, con eventos que no tienen nada que ver con sus vidas, con acontecimientos que no les aportarán nada después de que el evento que tanto esperan ocurra? Cada vez hay más gente que siente la necesidad de sentirse partícipe de actos que ocurren a distancias inverosímiles, con gentes que no saben de su existencia y que, sin embargo, por la sobreexposición que tienen en los medios dan una sensación de familiaridad.
Acaba de casarse el hijo de la señora Diana Spencer y Carlos de Windsor, de nombre Guillermo, con una ‘plebeya’ que hasta ese día se llamaba Kate y que desde ese día debe llamarse Catherine.
Kate, además, firmó un contrato según el cual está prohibida absolutamente de divulgar nada de su matrimonio, para que la Corona inglesa no tuviera que pasar la verguenza que les propinó su difunta suegra, la famosa Lady Di, más querida que la misma reina Isabel, cuando reveló al mundo la realidad de su miserable matrimonio con el príncipe Carlos.
¿Por qué tanto interés generalizado en esa boda? Millones de gentes alrededor del mundo ‘asistieron’ por medio de la televisión a la Abadía de Westminster para ver desposarse a una joven pareja perteneciente a una anacrónica realeza y con la asistencia de las casas reales de un continente que, sin explicación, se aferra a mantener estos costosos adornos.
Sus reyes y príncipes, con sus reinas y princesas, ya no tienen poder político. En el lugar de los acontecimientos, por el contrario, 70 % de los británicos, según las encuestas, se mostraba indiferente ante la celebración de la boda real, y apenas el 9 % se sentía con gana de participar en las celebraciones que se organizaron con esta ocasión.
La respuesta a ese enorme interés, especialmente en el género femenino inferior a 40 años (según encuestas este es el grupo etario y de género más interesado en el evento) se debe a cierto nivel de identificación con la novia, una persona sencilla, no de la nobleza que llega a casarse con su príncipe azul. Esto hace soñar y pensar que sí se puede llegar a eso.
Otro elemento que explica el interés femenino es la idealización del amor en un cuento de hadas de la vida real, lo cual es alimentado por la denominada prensa rosa que ha ido creciendo desde los años ochenta con sus características como son énfasis en los personajes y en lo personal, la trivialidad y, en cierto modo, el hecho que presenta ‘buenas noticias’ que contrastan con el sensacionalismo lleno de morbo e impacto de la prensa roja, por ejemplo, o de las ‘malas noticias’ del mundo real.