De los 4 148 km de vías que hay en la capital, 3 097 tienen recubrimiento (asfalto, adoquín, piedra y hormigón). El 80% cumplió su vida útil. Esa fue la conclusión de Germán Iturralde, técnico de la Empresa Metropolitana de Movilidad y Obras Públicas (Epmmop).
La mañana de ayer, él dirigía el trabajo de una cuadrilla de ocho obreros en el bacheo de la av. Tomás de Berlanga, en el norte.En tres meses, es la segunda vez que una cuadrilla del Municipio recorría la vía de cuatro carriles tapando los huecos, recordó Fabián Velasco, administrador de un local de la zona. Unas marcas de diferentes tonalidades sobre el pavimento son la evidencia de anteriores bacheos.
Según Iturralde, en vías como la Interoceánica, Simón Bolívar, De la Prensa, América, Universitaria, Pérez Guerrero, Ladrón de Guevara, entre otras, el rápido deterioro del pavimento obliga a realizar mantenimiento cada semana. “Hay veces en que luego del bacheo, enseguida aparecen otros huecos y ha tocado regresar al día siguiente”.
Telmo Suntaxi vive en el barrio desde hace 15 años. Él no recuerda que la vía haya sido repavimentada. “Está bien que tapen los huecos, pero la vía necesita ser repavimentada”.
Según Iturralde, la vida útil del pavimento es de entre 20 y 25 años. La mayoría del pavimento de la ciudad data de la década de los ochenta e inicios de 1990.
Cumplida la vida útil, la lluvia, la humedad y la temperatura dañan con facilidad la capa asfáltica. “Cuando llueve, el agua se filtra por las fisuras y levanta el pavimento”, explicó Iturralde.
El Cabildo calcula que se requieren USD 700 millones para volver a pavimentar las vías deterioradas. Esos recursos no están disponibles y por ello, la solución inmediata es la ejecución de un plan de emergencia para el bacheo, con 30 cuadrillas, que cuesta USD 20 millones al año.
El taxista Manuel Chávez aseguró que el bacheo no resuelve el mal estado de las vías. Las autoridades municipales coinciden con esa opinión, porque la solución es colocar nuevo asfalto.
Luego de una evaluación técnica, las cuadrillas trabajan en el bacheo, recapeo, sello de fisuras y arreglo del adoquinado o empedrado. El trabajo empieza cuando se colocan conos y letreros de advertencia sobre la vía.
Después de cortar y remover el pavimento con una fresadora, se limpia la zona, se vierte sellante y se cubre con pavimento. Una volqueta de 5 m³ alcanza para bachear unos 70 m² de vía. El paso final es acomodar el pavimento sobre los baches.
Ermel Soberón dejó a un lado su pala para tomar un poco de limonada. “El trabajo es duro. Imagínese los 130°C del pavimento más el solazo del mediodía”.
Mientras un rodillo mecánico compacta el asfalto, Soberón recordaba que hace 18 meses un automóvil lo golpeó mientras trabajaba en el mantenimiento de la av. Orellana, en el norte. “La señora que iba manejando ni se paró a ver qué pasó. El trabajo tiene sus riesgos cuando hay choferes que no respetan la señalización”.
Al mediodía, el tránsito se incrementó en la Tomás de Berlanga. Había carros estacionados a ambos costados de la vía. Los choferes de los buses hacían algunas maniobras para rodear los conos que delimitan el área de trabajo.
Iturralde explicó que solo en los casos en que es necesario interrumpir la circulación, se pide el apoyo de la Policía de Tránsito.
Una vez concluido el bacheo de un segmento de la avenida, los carros pueden circular inmediatamente. En algunos casos, el constante remiendo forma desniveles, que generan el traqueteo de los carros. Eso también ocurre en las calles Zaruma, Quinindé, Iturralde y Japerabi, en el sur.
Mientras la cuadrilla avanza por la Tomás de Berlanga, en otras vías como la Andalucía, los baches siguen causando peligro.